Rodrigo Alberto Peláez


Cuando he tenido oportunidad de salir por temas cafeteros o interactuar con clientes internacionales, me llama la atención la óptica como ven nuestro negocio desde afuera. En el día a día de nuestras actividades y angustias, no visualizamos el entorno global al cual pertenecemos y que no permite ver el norte de un negocio que es del mundo; se nos acaba el horizonte en el lindero de la finca y el sábado en el pueblo cuando entregamos el café. Perciben que estamos estáticos en un modelo que no ha dado resultado, que seguimos dándole la misma solución, al mismo problema, obteniendo los mismos resultados. Esto no ocurre solo en Colombia: en el foro mundial de productores en Medellín el año pasado se identificó algo similar en otros países productores. Estamos en un entorno altamente competitivo como lo demuestra la actual sobreoferta mundial de café.
Lo grave es que pretendemos sobrevivir con todos los actores apostándole a lo mismo y aumentando la producción para tener mayor participación en el mercado. Ese es el mensaje que estamos transmitiendo. Judith Janes, analista de mercados cafeteros, mencionaba al respecto, que si dicho aumento anunciado en el foro se diera, sería suficiente para hundir los precios a 50 centavos por libra. La Federación es una institución única en Colombia y ejemplo en el mundo cafetero. Hay un sistema que tiene unas normas y trabaja por sus productores, pero históricamente por la forma en que fue concebida, acostumbró a los cafeteros a que todo lo hace por ellos. Es como el papá rico que todo se lo hace al hijo y no le enseña a pensar y a solucionar sus problemas. Resulta que el papá a sus 90 años, no puede darle soluciones individuales a cada uno de sus 560 mil productores y necesita reinventarse; no transmitimos la sensación de estarlo haciendo. Nuestra estrategia de disminuir costos, aumentar producción pero sin generar valor, cada vez demuestra ser más inviable. Cuando usted tiene una empresa que no está dando resultados, trata de sacar nuevos productos, disminuir intermediarios, innovar, buscar clientes que le paguen mejor, saber qué quieren y enfilar baterías en la dirección que el mercado le muestra, y no lo estamos haciendo. La información comercial tiene que determinar el rumbo de lo técnico, porque nosotros producimos café para vender.
Desde afuera ven cosas que nosotros no vemos. Ven variedades que son un buen genérico para mezclas, pero que no son muy confiables en calidad sensorial. Eso de que tenemos el mejor café del mundo es un cuento solo aquí. Ven que dejamos de hacer prácticas culturales que nos dieron prestigio y reconocimiento. Ven cultivos tecnificados a plena exposición solar, resultado de la desaparición de bosques nativos, hábitat de la inmensa diversidad de aves característica de Colombia. Ven un mercado dominado por intermediarios y multinacionales que tienen cooptada la institucionalidad cafetera desde lo técnico hasta lo comercial.
Ahora, ¿dónde están los emprendedores que entienden la realidad, que quieren que cambie y que estén trabajando por ello? Las iniciativas de asociatividad caen en lo mismo de las que hemos tenido tradicionalmente, producen café corriente que venden a precio de bolsa y si mucho unos ligeros sobreprecios por calidad o la historia del origen. Dónde están los representantes de Comités de Cafeteros que hayan hecho una propuesta para vender mejor el café. Todos se postulan a las elecciones proponiendo mejorar lo que hay, y apenas llegan, entran en la dinámica paquidérmica institucional. No se le ve peso a la vanagloriada democracia cafetera para pedirle a su institución que evolucione. Son los hijos de ese padre, nuestros representantes, los que tienen el mandato y el deber de exigir el cambio.
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