Llevar a la categoría de especial la producción de café requiere integrar una serie de elementos de la cadena productiva que permitan, al final, tener un producto con atributos y diferenciación en calidad para acceder a mercados de alto valor. No existe una fórmula mágica para producir café de especialidad; cada finca debe implementar procesos y estrategias individualizadas de acuerdo a su ecotopo, altitud, suelos, oferta ambiental, variedades, condiciones del cultivo, equipos de beneficio, y sobre todo, su talento humano.
Algunas fincas en Colombia han trabajando en temas de diferenciación y calidad. Una de las líderes en innovación y emprendimiento es Supracafé en Cajibío, Cauca. Allí en un proceso liderado por César Echeverri, han identificado 33 factores claves, con 5 grandes componentes, que implica más de 200 puntos de control desde el origen hasta servirlo en la taza a un conocedor. Ante la magnitud de estas variables, entenderán los lectores que el tema de especiales es para especialistas: no hay café especial sin caficultores especiales. Lo anterior implica que estamos ante una actividad que debe estar sustentada en conocimiento para que pueda en forma consistente llegar a niveles similares de calidad. Con frecuencia productores pequeños o medianos tradicionales, obtienen tazas excepcionales en concursos alcanzando precios significativos por libra, pero al momento de otra compra de la misma finca, no son capaces de obtener los mismos perfiles. Esta variabilidad disminuye estandarizando procesos e implementando tecnología. Este es el gran reto que debemos afrontar para obtener una oferta exportable consistente en calidad y representativa en cantidad. 
Una vez obtenido un producto acorde a los estándares internacionales, empieza el reto de comercializarlo y obtener un valor acorde al esfuerzo productivo. Durante años, los únicos que han reconocido algún sobreprecio son los compradores de cafés certificados con sellos de sostenibilidad; estas empresas, en alianza con privados y nuestra institución, obtienen lo mejor de nuestra producción por unos sobreprecios irrisorios, que no reconocen con justicia la calidad del producto. En publicaciones anteriores he analizado la problemática de cafés certificados, modelo altamente cuestionado en la literatura cafetera ( http://www.lapatria.com/columnas/189656/esta-funcionando-el-fair-trade).
Actualmente se abren espacios nuevos donde los productores tienen la oportunidad de mostrar sus cafés, someterlo a concursos y llevarlo a subastas o ruedas de negocios con compradores internacionales. La Federación ha creado el concurso "Colombia Tierra de Diversidad", donde se pueden presentar cafés de alta calidad y en el marco de la feria de cafés especiales su subastan lotes a precios altos. Asociaciones nuevas como la Asociación Colombiana para la Excelencia del Café ASECC, que después de dos años de ausencia ha adquirido nuevamente la franquicia de la "Taza de la Excelencia", concurso que manejó Federación por varios años. Subastas como la de Banexport, con " Huila Best Cup" donde recientemente llegaron a la final tres cafés de Caldas. Por otro lado exportadores privados de café de alta calidad también están comprando café por taza a precios mejores que los del comercio.
Adicionalmente se están conformando agremiaciones de productores que con iniciativas colectivas han construido alianzas estratégicas, industriales y comerciales, incursionando internacionalmente con sus cafés de origen con clientes medianos y pequeños, quienes reconocen precios representativos por cafés de especialidad. El modelo plantea transparencia, trazabilidad, transferencia de valor y utilidad compartida; que constituye en realidad comercio justo, a diferencia de las grandes compañías, que con su posición dominante del mercado, solo pagan centavos por encima de los precios de bolsa de Nueva York. En manos de nosotros está cómo queremos trabajar. Mientras no logremos equilibrar la cadena de valor, el menor ingreso y el mayor riesgo permanecerá en el eslabón productivo.