Ricardo Correa


Usted salió de viaje hace un mes, regresa a su casa y apenas entra siente un olor a podrido, a mortecina. La fuente es la nevera, el congelador dejó de funcionar y todo lo que allí tenía está más que dañado: carne, pollo, pescado, sopas, leche, jugos. El solo imaginarse el olor da náuseas. A pesar de la repugnancia que produce la situación, usted no le presta atención, se sienta frente al televisor a ver el noticiero y se indigna por la ignominia que representa la política. Toma su celular, llama a un amigo y discute por una hora sobre si la Corte Suprema de Justicia actuó en Derecho o si está corrompida.
Pues bien, eso es lo que está pasando, y somos tan idiotas que no nos damos cuenta, y si nos percatamos, no hacemos absolutamente nada. El planeta tierra es la casa y el permafrost es el congelador, el que ni sabíamos que existía. El permafrost es el subsuelo de la corteza terrestre, básicamente en la región ártica, que opera como un gigantesco congelador, variando en espesor entre 5 cm y 1,5 kilómetros. Si este subsuelo congelado se llega a descongelar la casa se nos pudre. Su contenido de materia orgánica es monumental y es una especie de cárcel que evita que cantidades enormes de carbono y, lo que es peor, de metano, salgan a la atmósfera para aumentar dramáticamente la crisis ambiental y el calentamiento global.
Lo grave, gravísimo, es que el permafrost se está descongelando a un ritmo acelerado, debido al aumento de la temperatura de la Tierra a causa de la acción humana. En las zonas árticas se han registrado temperaturas de 7 grados centígrados, con aumentos de 5 grados, lo cual era impensable hace unas décadas. Dos efectos inmediatos produce el derretimiento del permafrost: la gelifluxión, que consiste en que el subsuelo se convierte en una masa de lodo, y por la inestabilidad que produce en el suelo se generan monumentales deslizamientos y derrumbes. Siberia está padeciendo desastres de este tipo. Esta gelifluxión tiene también un efecto muy peligroso para la salud humana, pues descongela cepas de virus y bacterias que habían estado congeladas por mucho tiempo; por ejemplo, se han revelado en muestras de permafrost descongelado virus de la Gripa Española que mató hace un siglo 50 millones de personas y bacterias de la Peste Bubónica, que en el siglo XIV se conoció como la Peste Negra y mató a la mitad de la población europea. Estos monstruos diminutos podrían despertarse.
Es de vida o muerte reparar ya mismo el congelador de la Tierra. El cuidado del planeta es el asunto prioritario de la especie humana. No puede haber otra cosa más importante para los gobiernos y los ciudadanos. Tenemos que hacer todo lo necesario para parar ya los daños que se están generando y revertir la destrucción causada. Lo que hagamos en el hogar, la ciudad, el campo y el país entero por reestablecer el equilibrio ambiental, será fundamental en el propósito de traer salud de nuevo al planeta. Un páramo es infinitamente más importante que una mina de oro. Una selva más que unas vacas.
La vida está contenida en apenas 20 kilómetros de espesor, que asciende a la atmosfera y desciende al lecho rocoso continental y del océano. Es una delgada y fina piel que tenemos que cuidar con esmero para poder seguir viviendo y contemplando el milagro que es la vida.
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Un héroe que se va: Oswaldo Marcial Palavecino fue un héroe de mi infancia. En 1976 fui al estadio a ver todos los partidos que el Cristal Caldas jugó de local. A mis ojos Palavecino aparecía como un gigante. Un centro delantero maravilloso. Potente, fuerte, gran cabeceador, técnico con el balón, infalible en los penaltis. Era el futbolista más admirado y respetado por la afición. Por siempre conservó el cariño de todos los hinchas. Ya hace parte del alma del Once Caldas.
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