Ricardo Correa


Por fin algo interesante en la ‘nueva’ revista Semana: la entrevista que le hace al candidato presidencial Gustavo Petro. Para entenderla de mejor forma es bueno leer el texto y ver el video. Lástima que la entrevistadora fuera Vicky Dávila, periodista limitada, falta de perspectiva y fondo.
Petro se revela megalómano y grandilocuente, con una prosa hiperbólica que distorsiona la realidad. A su vez, es calculador en las respuestas para evitar la transparencia. Tiene un sentido heroico de sí mismo, lo que hoy llaman mesianismo. En esto se parece a Fidel Castro y a Hugo Chávez, y ya sabemos los resultados de ambos conduciendo estados y sociedades. Así y todo, es actor de primer orden en la política nacional y tiene opción de ser presidente. Y si llega a este cargo, su presidencia tiene la gran posibilidad de ser un desastre para el país.
Muchos recuerdan la entrevista dada por Chávez en 1998 a Jorge Ramos de Univisión, en la que se presentó como un republicano progresista, a lo sumo reformista democrático en cruzada contra la corrupción; lo que pasó después lo sabemos todos. La entrevista de Semana con Petro trae a la memoria este antecedente, y las respuestas del candidato dan pie para pensar que, si llega a ser presidente, podría obrar con temeridad. Petro se presenta como héroe redentor y proveedor mágico de soluciones para Colombia. Veamos algunas de sus respuestas, llenas de evasivas.
Dice Petro “¿Cómo puedo ser una amenaza contra la democracia si no hay democracia? En democracia no se construyen esas enormes barreras sociales, no se bombardean niños, no aparecen 6.402 jovencitos asesinados por el Estado”. Es tremendamente peligroso que un candidato a la presidencia afirme que en Colombia no hay democracia. Confundir las carencias institucionales, las faltas o precariedades del sistema político con falta de democracia es grave, no es un mero asunto académico. La negación total de la democracia sirve para luego, en el poder, acabar con lo que haya y crear un sistema autoritario y despótico, y ahí sí léase Venezuela.
Y a propósito del país vecino, a Petro le da gran dificultad reconocer la fuente primaria del acabose venezolano: Hugo Chávez. Dice admirar “su pensamiento bolivariano antes de ser presidente” y reparte la culpa del desastre entre la destrucción de la economía venezolana por dedicarse solo al petróleo, que según él fue el gran error de Chávez, y el bloqueo de Estados Unidos. Una mirada tangencial como esta, de soslayo, es sospechosa.
Otro tema de preocupación es que Petro no afirma sin ambages que solo estaría un período de presidente si logra la victoria. Habla de su proyecto político, que incluye otras fuerzas de izquierda, como el “Pacto Histórico”, el cual requiere de “por lo menos” tres períodos de gobierno, 12 años, para enderezar el país. En sus respuestas da cabida a que serían “otros gobiernos” los que terminarían la obra, pero esa dificultad para afirmar que solo estaría un período da para pensar.
En cuanto a la economía hace críticas a los grandes grupos económicos, a los bancos y a los fondos privados de pensiones. Promociona el “capitalismo productivo”. En este punto el problema no son sus críticas, serían sus remedios, que podrían ser peores que la enfermedad. Por ejemplo, en entrevista también a Semana, Petro propuso emitir dinero para afrontar la actual crisis económica, lo cual es el camino más corto a la hiperinflación.
Respecto a la historia, evidencia una gran resistencia para reconocer de primera mano la responsabilidad del M-19 en el horror que fue la toma del Palacio de Justicia en 1985. Lo justifica en el incumplimiento del gobierno de Belisario con el proceso de paz con la organización subversiva. A su vez promete que haría la paz con el ELN en tres meses.
Un gobierno de Petro tiene la posibilidad de ser catastrófico, no cabe duda. El problema es que la extrema derecha y este gobierno tan errático son sus mejores promotores de campaña. Decir solamente que el senador es un engendro castrochavista es muy pobre. Petro hace denuncias válidas, básicamente en temas de justicia social y corrupción, lo que sucede es que un gobierno suyo sería como abrir una caja de pandora de muchos males. Desde otra parte hay que traer las propuestas y remedios para tanto mal que aqueja al país, y no podrá ser desde la derecha dura. Sigo pensando que la alternativa más conveniente podría surgir de una sólida coalición alrededor del centro político.
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