Los valores fundamentales que guían a este gobierno son adecuados, son los que demanda el momento, no solo del país sino del mundo entero. Buscar un equilibrio social ante las brutales diferencias que existen en todos los órdenes: acceso a bienes materiales, educación, conocimiento y cultura. Tener presente las urgencias de restauración ambiental que tenemos, en todas las actuaciones del gobierno, de la economía y la sociedad. Procurar que desaparezca la violencia del territorio nacional y que las organizaciones armadas ilegales se diluyan y sus miembros pasen a la vida civil, bien como reincorporados, bien como condenados penalmente con sanciones benignas. ¿Quién puede negar estos objetivos? Sin la menor duda, son un acierto del presidente Petro y su equipo. No haber puesto estos temas como prioridad obsesiva del gobierno habría sido un error histórico.
Pero resulta que, a pesar de esta claridad, la realidad social es brutalmente compleja, y cualquier cosa que se mueva aquí, tiene efectos allá. Las buenas intenciones de la mano de acciones maximalistas no siempre dan buenos resultados, y tienen el riesgo de causar desastres peores de los que se quieren evitar o remediar.
Es obligación fiscal y moral hacer una reforma tributaria. Las sedientas arcas del Estado lo demandan y quienes más tienen, pueden y deben aportar más. Pero los movimientos de recursos en la economía son un acto de relojería y cualquier medida que no mande señales adecuadas puede causar perturbaciones que finalmente pagan los pobres. Afortunadamente está el ministro Ocampo al frente del tema y está tomando nota de lo que hay que corregir.
Las bien intencionadas ministras de Minas y Ambiente pueden llegar a causar desastres económicos y sociales, como por ejemplo que el gas domiciliario pudiera quintuplicarse en su precio sería una calamidad. Ellas deberían hacer un balance adecuado de las prioridades: las emisiones de CO2 del país por quema de combustibles fósiles no pueden ocupar un espacio tan grande en la política minero-energética. La contribución del país en este sentido es ínfima a nivel mundial: 0,54 %. El tema está en la conservación de selvas y bosques.
En cuanto a la paz total, se está abriendo un abanico muy grande de frentes de acción, tal vez demasiados. Será muy demandante y complejo la implementación de esta política. Ojalá salga bien. Pero hay un gran pero hasta ahora: ni una sola palabra de la acción de la fuerza pública contra las organizaciones armadas, que ya superan con creces los 10.000 miembros. Sin duda, se requiere de un redireccionamiento estratégico de las Fuerzas Militares, y que haya contundencia del Estado en el combate a estas fuerzas criminales. Indiscutible que corrupción y Derechos Humanos deben estar en el escritorio del ministro Velásquez, pero sin descuidar la urgente mejoría que se requiere en la capacidad de combate legítimo del Estado a las organizaciones criminales que tanto dolor están llevando a las regiones. Una mesa debe tener las cuatro patas iguales, simétricas. Si está coja, será un problema.
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Nota Diplomática: inmejorable la designación de Sergio Cabrera como embajador en China. Es el colombiano que mejor conoce el ADN chino, alguien que habla mandarín con tanta fluidez como español. Con un equipo adecuado podrá hacer una muy buena gestión para Colombia y sus intereses. Para el nuevo embajador será una experiencia vital muy retadora regresar a la China en que creció, pero sin duda otra China.
Nota Diplomática II: el que Colombia no haya condenado en la OEA la impúdica dictadura de Ortega en Nicaragua, pues el canciller Leyva dio instrucciones de no asistir a la sesión de la organización en la que se votaría la moción de condena, es un típico ejemplo de las “razones de Estado”, aquellos eventos en que la moral y la ética deben bajar la cabeza ante un interés nacional, en este caso todo lo referente a San Andrés, sus habitantes y las aguas marinas aledañas, pues según los fallos de la justicia internacional, los que debe acatar Colombia así no quiera, Nicaragua tiene la sartén por el mango y el gobierno colombiano no quiere molestar a Ortega en procura de obtener un acuerdo binacional lo más conveniente posible para la población del archipiélago y para el país.
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