Defender la cultura siempre es loable y oportuno, pero se vuelve dispendioso el asunto cuando, en sí, se quiere atacar a un mandatario. Alejandro Samper, pluma y hombre que aprecio, llueve sobre mojado cuando se mofa del alcalde Marín, porque definitivamente es el hombre más polémico de la ciudad, y ciertamente esta distinción no es el mejor punto de partida para ser un buen alcalde.
Pero lo que Alejandro no logra dimensionar es el equipo con el que cuenta el alcalde, especialmente, en el tema cultural, que es bastante sólido. El gerente del Instituto de Cultura y Turismo, Camilo Naranjo, tiene carácter, noción de la cuestión administrativa y gran interés por el tema. Con logros como la estampilla Pro Cultura ha demostrado su capacidad. Otro paso de trascendencia que está liderando Camilo Naranjo a nombre del alcalde Marín es la creación de la Secretaría de Cultura, adaptando el marco administrativo a una legislación mucho más dinámica creando un andamiaje ideal para trabajar por la cultura. El esquema de contratación, al cual está obligado un instituto frena la cultura; la Ley 80 pone una serie de trabas que ahogan el quehacer cultural y esto se superaría con la creación de una Secretaría. Éste vendría a ser un logro de peso, que no solo le causaría un mejor respaldo al Festival de Teatro, sino a toda la cultura de nuestra ciudad.
Respecto al apoyo económico dado al Festival de Teatro, que da origen a la inconformidad de Alejandro Samper, es de 100 millones de pesos y figura entre los rubros de apoyo más altos dentro del presupuesto del ICTM. No creo que esto se pueda tildar de desconocimiento de la cultura de parte del alcalde. Ahora, que el Festival no cuente con el impacto que tenía en la ciudad en los años 80 es cierto, pero yo no buscaría una explicación en lo hecho por la o las alcaldías, creería más bien que el Festival, al no aliarse con los grupos locales de teatro, dejó de crear un público fiel y captar mejor un público universitario que, supuestamente, cambia cada 5 años. Esta disyunción entre ciudad y evento teatral tampoco se podría subsanar con los pendones pensados por Samper, es un problema de fondo, diría yo.
Sobre al caso del ingeniero Meneses que dirige la oficina de bienes de Infimanizales, y no es su jefe como equívocamente lo afirma don Alejandro, es el caso desafortunado de un funcionario que soñaba con dirigir la cultura desde allí sin tener en cuenta que la natural instancia en ese tema es el ICTM. Así que la administración y el operar este centro de convenciones le corresponde al ICTM que desbarató de inmediato lo dicho por el electricista Meneses, subsanando los pasos dados en pos de esa quimera. El señor Meneses a mi también me buscó y nunca concretó nada. Fue un malestar en la cultura y no una crisis como la pretende pintar don Alejandro. Otro detalle dentro de la argumentación de Samper en su columna del sábado es sobre el proyecto de “Manizales grita”, que se presentó a las convocatorias culturales adelantada por el ICTM este año y no salió favorecido debido a que no obtuvo el puntaje. ¿Así que cuando se emplea un mecanismo que elimina amiguismos y hace la cosa del presupuesto algo más traslúcido, cuando se pierde, es malo?
Por último, las luces que reclama don Alejandro Samper: Infimanizales, la dueña del local llamado Centro de Convenciones Teatro Los Fundadores, le invirtió 300 millones de pesos a equipar de luces al teatro. Desgraciadamente este trabajo no estuvo a tiempo para que el Festival lo estrenara en su edición de este año.
Señalar al alcalde de culpable de todo esto es necio y calificar a Carlos Mario Marín de persona inculta es una atribución de la cual solo un panfletista haría uso, no el más leído, o sea, el mejor columnista de un prestigioso diario como lo es nuestra centenaria “Patria”.
¿Cuánta gente salió a disfrutar los bares y tomar aguardiente cuando el alcalde apoyó a ese sector tan afectado por la pandemia? Seguramente muchísimas más que las que asistieron al 53° Festival de Teatro de Manizales. Esa es la verdadera problemática que se debe analizar y debatir cuando se trata de hacer algo por la cultura en la ciudad.
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