Orlando Cadavid


En los tiempos de Emilio Echeverri Mejía, cuando estaba de pantalones cortos la Cámara de Comercio de Manizales, su pequeña oficina disfrutaba de un espléndido mirador en el punto más esquinero de la Plaza de Bolívar, dotado de un pequeño balcón que despertaba envidia de la sana entre algunos tribunos de la comarca.
El sencillo edificio estaba (y está haciéndole aún el quite a la pica demoledora) diagonal de la imponente Catedral Basílica. En los bajos funcionaban (y siguen operando) varios almacenes en los que los cachacos de entonces se vestían a crédito, por club, cuyas cuotas pagaban quincenalmente.
La Cámara no tenía presidente ejecutivo, como ahora, ni pomposa sede propia como la que ostenta actualmente sobre la carrera 23, en el entorno de “La Suiza”.
Como su acucioso director mantenía al día la marcha de la Cámara, sacaba tiempo para dedicárselo, unas veces al civismo y otras a la política, pero con la mayor discreción. De vez en cuando despachaba una corresponsalía para “El Siglo”, el diario de la pura doctrina laureanista, ala conservadora en la que militó desde mozalbete.
En su cubículo se habló por primera vez del Festival Internacional de Teatro, en cuya preparación participaron con vivo entusiasmo tres de sus mejores amigos: Carlos Ariel Betancur, José Fernando Corredor y Augusto León Restrepo, el único sobreviviente de la cuarteta. La criatura cobró fuerza. Se creció de manera vertiginosa y hoy por hoy es uno de los principales festivales de teatro de Hispanoamérica.
La primera edición fue toda una apoteosis. Encabezaron la nómina de invitados el chileno Pablo Neruda, el peruano Mario Vargas Llosa y el guatemalteco Miguel Ángel Asturias.
Al pie del Mirador de Emilio (como lo llamábamos algunos de sus amigos), movió y puso en marcha el yerno del líder cafetero don Leonidas Londoño la creación de la Corporación Cívica de Caldas, que aún disfruta del respaldo de las fuerzas vivas de la región.
Si el séptimo de los doce hijos de don Ildefonso y doña Sola quería hablar de política, pasadas la 6 de la tarde cerraba su oficina y se dirigía al segundo piso del Edificio Hijos de Liborio Gutiérrez, donde estaba la sede del Directorio Conservador Laureanista. Allá intercambiaba opiniones sobre la marcha del país con sus copartidarios Rodrigo Marín Bernal, Mario Calderón Rivera y Hernando Yepes Arcila, entre otros.
Después de su paso por la dirección de Valorización, donde le ganó el debate por la construcción de la Avenida del Centro a don Aparicio Díaz Cabal, el llamado “Enterrador de la comarca”, el doctor Emilio empezó a despachar como director ejecutivo del Comité de Cafeteros de Caldas. Su notable gestión en Manizales lo llevó a dar el salto a las grandes ligas de la Federación Nacional de Cafeteros, en la que su tarea fue digna de todo encomio. Al completar 30 años al servicio de esta institución, optó por dedicarse al descanso reparador, propósito que le duró poco porque sus amigos lo convencieron para que se hiciera elegir gobernador de Caldas, tarea que cumplió cabalmente entre el 2004 y el 2007.
La apostilla: Los lectores esperamos que el periodista Augusto León Restrepo Ramírez nos deleite con la magia de su pluma sobre la vida, pasión y músculo de uno de sus mejores amigos, el gobernador Emilio Echeverri Mejía, quien se ha mudado desde el martes al universo de los párpados cerrados. ¡Descanse en paz, doctor Emilio!
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