Cuentan los biógrafos del empresario José María Sierra, más conocido como “Don Pepe”, que en sus años mozos tuvo su primera parcela en el departamento de Caldas, cerca de Manizales, la cual araba de día y en las noches de luna llena.
Relatan también que en sus inicios, el futuro archimillonario paisa no quiso sembrar café, porque opinaba que “ese era un negocio para pobres”. Jamás cambió de parecer respecto a la producción del grano que llegaría a ser a la postre la “industria madre” de la economía nacional.
Don Pepe, nacido en Girardota, Antioquia, en 1848, trabajaba en sus principios como arriero y transportaba y vendía la panela que producía y aprovechaba para traer la papa que cultivaban otros agricultores. Al paisa lo tenía sin cuidado que el meridiano cafetero colombiano pasara por territorio manizaleño.
Su nieto Bernardo Jaramillo Sierra resumió así la vida de su abuelo: “Fue el segundo de una familia campesina de 12 hermanos. La formación del futuro empresario no pasó de los primeros años de educación primaria. Inició la acumulación de fortuna en la juventud, trabajando en el campo en la cría de ganado, siembra de caña y fabricación de panela. Luego, la consolidó en la madurez con el remate de las rentas y finalmente la invirtió en bienes raíces, en Bogotá y otras ciudades del país. Solía prestarles sumas millonarias a los presidentes de turno para pagar nóminas y atender otras urgencias del fisco nacional. Murió en su casona de la plazuela de San Ignacio, en Medellín el 7 de marzo de 1921”.
Medio siglo después del deceso del hombre más rico de Colombia les vino a los cafeteros criollos la principal bonanza. Sucedió en el “mandato claro” del entonces presidente Alfonso López Michelsen, cuando la libra del grano se cotizó a más de tres dólares en el mercado neoyorquino.
Transcurridos 97 años de la partida de don Pepe, la caficultura está sumida en una de sus peores crisis. La industria está que pasa el sombrero, como el limosnero callejero o el monaguillo o el sacristán que extiende la pequeña ponchera en la misa de 12. La misma situación viven los cafeteros de otros países. En los pueblos que viven del café les va tan mal a los vendedores como a los compradores del grano. Transcurrió casi un siglo para que se corroborara la sentencia del gran “cacao”, según la cual, “el café es un negocio para pobres”.
Deben estar revolviéndose en sus tumbas leyendas de la caficultura como el patriarca don Pedro Uribe Mejía, Manuel Mejía Vallejo, Arturo Gómez Jaramillo, los hermanos Leonidas y Fernando Londoño y Londoño, Fabio Trujillo Agudelo y el escritor José Chalarca, el gran biógrafo del café.
Estos segmentos de un comunicado retratan el drama actual: “El Comité Nacional de Cafeteros se reunirá con carácter urgente para recordarle al gobierno la importancia del Fondo de Estabilización de precios ante el bajonazo internacional de los precios del grano. Igualmente, le solicitará refinanciación de deudas, que se continúe con el apoyo en recursos para la renovación de los cafetales y se estudien apoyos para la fertilización”.
“El Comité de Cafeteros de Caldas, preocupado con la fuerte caída del precio del café, se permite informar a la opinión pública y a los caficultores que la actual coyuntura es el resultado de la crisis de precios que afecta por igual a 25 millones de productores a nivel mundial y no es exclusiva de Colombia”.
La apostilla: Diálogo entre dos comediantes en un consultorio médico: Doctor, no sé qué camino coger… Cuando tomo café, no puedo conciliar el sueño. ¿Qué hago?
Respuesta del médico: Amigo, a mí me pasa todo lo contrario. Cuando estoy dormido, no puedo tomar café…
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