Mario César Otálvaro


Mario César Otálvaro
@macotal
Pasan los días, siguen los fracasos, nadie se inmuta, y el fútbol colombiano -de capa caída-no da pie con bola, y hoy ocupa sitio en el mismo vagón de Bolivia y Venezuela.
Somos el hazmerreír en Suramérica, partido contra cualquier argentino derrota segura, frente a los de otros países de pronto un empate, y paré de contar.
Si salimos del país, ninguno es capaz, los jugadores impávidos, y la institución en crisis, con los dirigentes de siempre, pasando de agache.
Un panorama terrorífico, sin solución aparente, técnicos que se preparan poco, más entrenadores de campo que estrategas, y muertos de miedo en el afán por conservar el puesto.
Las estrellas de la Selección casi nunca juegan, las Eliminatorias encima con los ridículos ante Uruguay y Ecuador como antecedente, y una recuperación que exige tintes de hazaña.
La Copa América no realizada, triunfo de la violencia del caos, no del sentir popular que al menos reclamaba una revisión circunstancial frente a la pandemia. Para rematar, la Liga doméstica sin definir un semifinalista porque la turba lo impone, dejando la sensación de falta de autoridad, la misma que se cuestiona en las esferas de gobierno.
En el plano local, un mes y siete días -18 de abril, último partido de Once Caldas ante el DIM- para anunciar a Nicolás Palacios y Félix Micolta como refuerzos, reflejo fiel del pensamiento de sus ejecutantes, que como los anteriores, apuestan, no proyectan.
A eso le apunta Once Caldas por falta de liderazgo, autoridad y ascendencia de quienes orientan el departamento deportivo del club, maniatados y ajustados a lo que les den.
Tratan de escarbar entre lo que sobre en el mercado, y el catalejo no apunta más arriba porque la orden es ‘bueno y barato’ con una mentalidad de pobre que enerva.
Triste realidad, en tiempo de no inversiones -ni antes lo fue- amarrando el cinturón porque es la filosofía propia de quien ve la competencia como elemento accidental.
Un Once Caldas reducido a chico, y con esa concepción continuará hundiéndose porque no hay quien se atreva a plantear fórmulas agresivas de cambio desde lo nominal hasta lo táctico.
Definitivamente se cerraron las mentes, amparados en el coronavirus ahora solo se trata de completar la planilla, ya mañana establecerán si fue la dirección correcta. Y así, semestre tras semestre, sin brújula, con técnicos poco estudiosos como el anterior y conformistas como el actual, y un recurso humano precario e ineficiente.
Algo que podría plantearse con una mayor integración y mejores relaciones frente a la industria local, el periodismo y las autoridades, lo que no sucede por el autoritarismo de quien preside.
Bajo el argumento de que es una sociedad privada, a Once Caldas le están negando su tradición, y lo están encumbrando a un papel secundario, sin lumbre ni protagonismo en el ejercicio de su objeto de existencia.
Igual que la Colombia futbolera o la nación secuestrada, los hinchas del blanco sueñan cada día con un nuevo despertar, que parece lejano por la mentalidad de sus administradores.
Hasta la próxima...
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