Mario César Otálvaro


Más vale un mal arreglo que un buen pleito -dicen por ahí- y los jugadores de Once Caldas terminaron por entenderlo, y se evitaron líos mayores.
La suspensión del contrato que planteó en un principio la Presidencia del Club tenía un marco legal que ponía en riesgo sus intereses.
Inclusive, ofrecimientos sobre bonificaciones, seguridad social y otros -proyectados en el comunicado que después fue sustituido- podían caerse porque no obligaban ante el caso fortuito, o fuerza mayor, que supone la actual situación.
El cierre de los estadios, con la natural falta de ingresos por todo concepto, carga la balanza hacia el empleador, amén del acto de solidaridad propio de la causa.
Versiones de inconformismo cobijaron a Lemos y Carbonero, que sonaron más a carbón atizado desde la hoguera del plantel en esa rarísima campaña de desprestigio que no para.
Convenidos los términos, la paz pareciera aliada de las partes, confiando que así sea, sin esos ánimos revanchistas tan comunes de la actual administración.
Lo que sigue es que la pandemia se supere, la Liga vuelva a su normalidad, y Once Caldas se pueda mantener activo en el mercado.
Igual que sus pares, la mayoría viviendo horas amargas en un torneo pobre maquillado por Junior y Nacional, únicos con chequeras generosas, y ante una realidad inocultable.
La promesa de un contrato con la TV internacional que garantizó el mandamás de Dimayor sin que se firmara, tiene en aprietos a más de uno.
Presupuestaron gastos sin que esos dineros entraran a caja, y están a punto de reventarse, intentando en la salida de Jorge Enrique Vélez una justificación, no un aliciente económico.
Tanta es la división, que hay cartas pidiendo unidad y aguante, de miembros importantes del panel como Tulio Gómez, de América, y Enrique Camacho, de Millonarios.
Siendo más los partidarios del continuismo, existe una corriente representativa en votos -porque las decisiones son colegiales- que promueven un cambio de aire.
Once Caldas es fiel a Vélez por agradecimiento como uno de los gestores del arreglo con la DIAN siendo superintendente de Notariado y Registro, y también porque es amigo de sus dueños.
Con la incertidumbre del campeonato, y el tiempo que tarde en regresar, las aguas se tornan turbulentas, y salir a flote dependerá del acierto en las políticas que se adopten.
El fondo de solidaridad de la Federación, como propone el mayor accionista de Rionegro -Fernando Salazar- parece un camino transitable, dado que son muchos los equipos en ley de reestructuración con créditos cerrados frente a la banca.
Nada fácil la reactivación del fútbol como industria después del coronavirus, y las afectaciones tendrán incidencia en los compromisos pactados, el comportamiento de los patrocinadores, y la respuesta del público, que no se sabe en qué condiciones quede.
Razón de más para entender su acierto, muchachos de Once Caldas, ya que posiciones extremas no conducen a ningún Pereira, y definitivamente es mejor perder un poco que perderlo todo, así suene a pensamiento ‘pambelístico’.
Hasta la próxima…
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