La música, al igual que la comida y el vestido –entre otras expresiones- es parte esencial de una comunidad, de un pueblo. Creada con base a la experiencia, de manera artificial –imitando lo natural- logra combinar técnica, conocimiento y sentimiento de un modo único e irrepetible, difícilmente trasladable de un lugar geográfico a otro, de una cultura a otra.
Los ritmos nacidos en el territorio nacional están llenos de carácter multicultural y diverso. La variedad está a la orden del día al momento de abordar la actividad artística de la geografía nacional, donde se tiene noticia de numerosos talentos locales que continuamente trascienden al ámbito nacional. Así es como se perpetuó durante muchos años el folclore musical y su práctica. En el campo, durante las faenas diarias y en las noches luego de las largas jornadas, junto al fogón -en el punto de encuentro que era la cocina- confluyen las historias de los ancestros y la música, al punto que con el tiempo ambas se fundieron entre sí, volviéndose una.
Vale la pena decir también que de la misma manera que nuestro departamento está compuesto por diversos grupos étnicos, los aires musicales presentes son variados. En la mayoría de los municipios, además, es posible escuchar la música de herencia antioqueña y caucana, legada por el laborioso y constante proceso de colonización llevado a cabo durante tantos años en estas tierras, como lo son los bambucos y los pasillos, el vals y el torbellino, mezcladas ahora con ritmos urbanos y la llamada música de “despecho”.
La Música Caldense no se agota en el sentir de pocos ritmos, debido a que donde hay grupos de personas con arraigo e identidad, resalta a su vez la música. Así, es común ver, por ejemplo, en el occidente de Caldas como los grupos indígenas se apropian de sus conocimientos ancestrales por medio de danzas y músicas propias, al igual que los grupos afros, ambos asentados particularmente en el municipio de Supía.
Junto a estos en el oriente y el sur de Caldas se pueden escuchar los tangos, la música popular y de despecho que tanto auge ha tenido en el centro del país y que de alguna manera recoge el sentimiento del campesino que en un principio era quien componía y ejecutaba gran parte de la música que se escucha en la zona andina.
Es por ello que el maestro Santos Calderón –quien tuvo la osadía de convertir el Scherzo, europea y juguetona composición en torbellino- decía que “Casi todos los colombianos saben de música o la entienden y todos la sienten y la adoran”.
Con el mestizaje, las nacientes poblaciones de nuestro departamento se fueron poblando también de armonías y melodías que daban cuenta del sentimiento y las ideas de sus pobladores y así hoy, tenemos composiciones que son patrimonio cultural. Así, es como desde Viterbo a La Dorada, de Arma a Villamaría, o de Belalcázar a Norcasia, compartimos no solo el territorio y lo identitario. Nuestra afinidad va más allá, está anclada -entre otras cosas- en la musicalidad y lo que de ella se desprende, alimentada además por los esfuerzos incansables de las instituciones que salvaguardan y custodian su legado.
Supía cuenta con el Festival de Música Colombiana, el cual le rinde tributo a los cerca de 1.100 ritmos originarios del país, institucionalizado mediante el Acuerdo 020 del 2020, y el cual se llevó a cabo el pasado mes de noviembre, teniendo como invitada a la interprete Katie James y rindiendo homenaje al maestro y compositor colombiano Lucho Bermúdez, buscando posicionarse como un evento de carácter nacional.
El naciente Plan Decenal de Cultura de Caldas y que a partir de este año iniciará su ejecución, deberá tener entre sus propósitos el posicionamiento regional y nacional en aspectos musicales, fortaleciendo el Plan Departamental de Música y articulándose con la academia, el Gobierno, los municipios, los empresarios y los artistas para que Caldas sea protagonista de la Música Colombiana.
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