Aunque creo que esta mujer no requiere que alguien la defienda, me es difícil no hacer una apología de Matilda, quien asumió la responsabilidad de continuar orientando los destinos de la Secretaría de la Mujer con enfoque de género. Cuando la vi en el acto de posesión -inusual, pero sí coherente con lo que es el alcalde-, vi en ella un halo de impermeabilidad, resultado de su trasegar haciendo camino al andar. Se me hace que es como el caminante del que alguna vez habló Nietzsche: “Quien solo en alguna medida ha alcanzado la libertad de la razón no puede sentirse sobre la tierra más que como caminante, aunque no como viajero hacia una meta final; pues no la hay. Pero sin duda quiere observar y tener los ojos abiertos para todo lo que propiamente hablando ocurre en el mundo…”. Esto, con seguridad, bien lo sabe Matilda. En ella hay algo de “vagabundo que halla su placer en el cambio y la transitoriedad.” En este nuevo viaje que inicia Matilda en Manizales el horizonte se le abre con nuevas visiones, las mismas que están representadas en los cientos de mujeres que en esta ciudad sueñan con un mundo más equitativo y justo, al igual que en quienes conforman el movimiento lgtbiq, que también exigen reconocimiento y solidaridad.
El título de esta columna probablemente debió ser otro; pero, dadas las circunstancias, la titulé así para llamar la atención, sobre todo, de aquellos que buscan a toda costa hacer que a Matilda la aparten del cargo en mención. Quizás el título hubiera podido ser Los obtusos.
Creo que los obtusos deberían sentarse, tomarse un buen café y pensar: “Y si estuviéramos equivocados sobre casi todo lo que pensamos”, para utilizar una expresión de Chuck Klosterman, un escritor analista de la cultura pop. El asunto es que las ideas, por fortuna, pertenecen al mundo de lo provisional, de lo inestable. Me parece que uno de los mayores obstáculos que tenemos los seres humanos respecto de las ideas es la dificultad de revaluar lo que consideramos verdad desde nuestros propios prejuicios. Es muy difícil cuestionar la fiabilidad de las ideas que son concebidas como inamovibles. Creo que los obtusos han demostrado ser incapaces de comprender que prácticas políticas distintas facilitan la orientación de los nuevos cambios que requiere esta ciudad y este país.
La pregunta que me parece deberíamos hacernos, con Matilda, es ¿cuáles son los debates que se deben poner sobre la mesa?, ¿qué tipo de acciones debemos esperar? y ¿cómo organizar y ejecutar estas acciones? De mi parte, estoy convencido de que con este nombramiento descubriremos nuevas formas de comprender la política, por supuesto, lejos de la unidad y sí, por el contrario, desde la diferencia y la multiplicidad. Los obtusos deberían preguntarse ¿qué política se puede realizar con sujetos que ya no son Uno? Quienes demandaron este nombramiento pretenden continuar con esta perversa práctica impuesta por el modelo neoliberal que expropia la dimensión colectiva de la vida, acogota la vida común, y margina la idea de que la vida no es posible sin el vínculo con los otros.
Hoy, ejercer la política obliga comprender que ésta implica un trabajo con las diferencias. Las diferencias entre hombres y mujeres, entre heterosexuales y homosexuales, patriarcados y matriarcados, suponen importantes conflictos y, por ello mismo, conllevan riqueza de conocimientos y posibilidades enormes de desarrollar mejores prácticas de vida. Es relevante cuidar los espacios políticos, facilitar el reconocimiento entre los diferentes, estimular y fomentar la producción de pensamiento colectivo y apoyar la participación de todos. Así se permite la apertura y la posibilidad de tener territorios habilitantes y de convivencia digna y decente.
Creo en Matilda.
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