Durante la campaña electoral pasada una expresión muy coloquial, espontánea, y creo que salida del corazón, de nuestra nueva vicepresidenta, Francia Márquez, según la cual aspiraba a que todos los colombianos viviéramos sabroso, le valió muchos comentarios y hasta memes en las redes sociales. Pues bien, este “vivir sabroso” me lo tradujeron de manera implacable el jueves pasado en una presentación de un grupo afro de jóvenes del Chocó que han contado con el apoyo de la Fundación Ford, y que hablan y denuncian la situación de los jóvenes en ese departamento. La traducción concreta de vivir sabroso fue poder gozar de los derechos. Oír a estos muchachos nos colocó en el centro de las profundas exclusiones en el país. Así, podríamos entonces traducir el vivir sabroso como la posibilidad de gozar de veras de los derechos fundamentales, comenzando por el vivir.
Igualmente, si uno se va al Evangelio de Jesús encontramos que fue muy claro al decir que venía para que hubiera vida y la hubiera en abundancia. Y yo creo que este vivir sabroso, más que poder gozar de cierta flexibilidad y comodidades y hasta de rumba, tiene una connotación para Colombia muchísimo más fuerte, más serio, más angustiante. Una connotación que tiene que ver con la gran cantidad de población colombiana que se encuentra de hecho excluida del ejercicio efectivo de sus derechos constitucionales. Y ese proceso de inclusión es el que hay que trabajar desde la periferia, desde las regiones, que es donde más profundamente se encuentra la pobreza y la falta de oportunidades.
Uno de los puntos fundamentales, en un país como Colombia donde la violencia se empotró en nuestra vida ordinaria como forma de “solución” de conflictos, “vivir sabroso” implica necesariamente desterrar la violencia. Que la fuerza no sea la forma de conciliar. Sino que el diálogo y la argumentación sean el camino para buscar los consensos para nuestra sociedad.
“Vivir sabroso” implica erradicar el narcotráfico. Ese es el hoyo negro que se chupa buena parte de la tranquilidad de las regiones y muy particularmente del occidente y oriente del país. Si este tema continúa como viene, jamás tendremos la paz completa en el país.
“Vivir sabroso” como una oportunidad que nos brindamos en Colombia, para nivelar la cancha a lo largo y ancho del país, para dar acceso a los servicios públicos fundamentales a todos los colombianos y colombianas, para asegurar que los derechos fundamentales no sea unas letras en una Constitución que nos está interpelando constantemente por tantas realidades inconstitucionales que hay en el país.
Los esfuerzos que harán muchos contribuyentes con la nueva reforma tributaria deben ser focalizados en asegurar que la vida deje de estar en peligro por el hambre en el país. Y que la lucha anticorrupción sea una bandera de todos los ciudadanos, para que podamos hacer el tránsito cultural del respeto por los recursos públicos. La corrupción, según Transparencia Internacional, es una de las principales causas de violación de los derechos humanos en nuestro medio. En efecto los contratistas que roban en las raciones de los niños en las escuelas, dejan con hambre a las nuevas generaciones; los contratistas que roban en especificaciones de las obras de infraestructura dejan sin agua a muchas comunidades… en fin. Corrupción es violación de derechos.
“Vivir sabroso”, como la posibilidad de que haya vida y que la haya en abundancia, gracias al goce efectivo de los derechos, debe ser un imperativo para todos y todas.
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