Luis F. Gómez


Las respuestas de los candidatos presidenciales a la pregunta si mantendría el programa Ser Pilo Paga en su eventual gobierno dejaron sorprendido a más de uno. Solo Iván Duque señaló que lo mantendría. De resto, en coro, los aspirantes a la primera magistratura de la nación señalaron que no eran partidarios de conservar este mecanismo de apoyo a los buenos estudiantes de bajos estratos. Lo más sorprendente es la argumentación que ofrecieron. El programa Ser Pilo es una manera de dar un subsidio a la demanda de educación superior y un auxilio para el sostenimiento de los estudiantes.
Petro, como ya lo ha anunciado, solo cree que el servicio público de la educación universitaria puede ser prestado de manera adecuada por las universidades públicas, repitiendo así su discurso estatista y excluyente a la hora de pensar en los servicios públicos. Es una posición ideológica, que desconoce el espíritu de la Constitución y las posibilidades de las alianzas público-privadas. La del programa Ser Pilo Pago ha sido una experiencia exitosa, el país logró en un tiempo muy corto ampliar la cobertura efectiva del sistema universitario de calidad para los más pobres. Los casi 40 mil cupos que el sistema ha abierto fueron una revolución, en términos de tamaño se creó efectivamente una universidad un poco más grande que Univalle gracias a la colaboración de las universidades públicas y privadas. Petro dijo que cerraría este programa y solo apoyaría a la universidad Pública. ¿Cuánto le vale al Estado crear un nuevo cupo de calidad en la universidad pública? ¿Cuánto tiempo se demoraría para crearlos?
De fondo hay una discusión muy grande sobre qué le aprovecha más a la democracia colombiana, si tener solo una fuente de formación de las nuevas generaciones, o más bien, un aporte pluralista y diverso, que puede hacerle mucho bien. La democracia se logra más con la pluralidad que con los unanimismos autoritarios estatales.
Otros, como De la Calle consideran que, uno de los pocos espacios en donde la sociedad se puede encontrar, es en la universidad pública. Desconoce la realidad actual de las universidades privadas, en donde en algunas de éstas, hoy se refleja con mayor diversidad la realidad social colombiana. Ello se debe a las becas de atracción generadas por las mismas universidades y al subsidio a la demanda por medio de Ser Pilo Paga. Hoy en universidades privadas podemos tener entre el 20% y 25% de la población estrato uno y dos. La universidad privada también tiene esa vocación de ser espacio de encuentro social. De la Calle se quedó en el modelo de los años 60 y 70, donde la universidad privada era esencialmente elitista. Hoy la realidad es bien distinta. Esfuerzos de inclusión económica realizados por Uniandes, Icesi, Eafit, Uninorte, Javeriana, dan muestras de esta evolución, todas ellas universidades acreditadas en alta calidad.
Vargas Lleras, quiere tapar un hueco abriendo otro. Considera que los recursos del programa Ser Pilo Paga deberían ir a financiar la educación inicial de 0 a 5 años donde hay un déficit muy grande, cercano a los 300 mil cupos. Si bien es fundamental fortalecer y lograr una debida cobertura en la educación inicial, eso no quiere decir que sea a costa de un programa exitoso. El gasto público en educación debe seguir aumentando y buscando su mayor eficiencia. A su turno, para Vivian Morales, el programa es costoso y pequeño, porque solo toca al 2% de los bachilleres. Y cree que podrá ofrecer muchas más plazas en la universidad pública con esos mismos recursos.
La gran pregunta de fondo por debajo de este aspecto financiero, es el porcentaje del gasto público que se dedica a educación. Colombia necesita aumentarlo, y mucho, si de veras deseamos llegar a la meta de ser la más educada de América latina, como está en el plan de desarrollo. Esta es una discusión nacional de prioridades del gasto. En este mismo orden de ideas, es inconveniente poner a competir nuevos cupos en la universidad pública con el programa Ser Pilo Paga. Ambas decisiones ayudan y colaboran en la formación de las nuevas generaciones. No hay que verlas excluyentes.
A su turno, Fajardo insiste en la necesidad de establecer un sistema de incentivos para aumentar los cupos en universidades públicas, donde considera que deben ser dirigidos los recursos públicos. Nuevamente, no sale de los paradigmas idílicos de la universidad pública como única educadora idónea. El servicio público de educación prestado por todas las universidades es el mismo. No se puede pensar que el único prestador del servicio público ha de ser el Estado. Esta es la trampa de fondo que hay en la argumentación de la mayoría de los candidatos.
Curiosamente ninguno de los candidatos pidió una evaluación del programa, seguramente porque los primeros pilos se comenzarán a graduar al inicio del próximo año. Pero desde ya se podrían mencionar las bondades de este Programa: cruza no solo el buen desempeño académico a través del resultado de la prueba Saber 11, sino que también las condiciones socio-económicas a través del Sisbén. Se trata de un premio para personas que lo necesitan. Muchos de ellos son la primera generación familiar con capacidad de llegar a la universidad, y gracias al programa lo hacen en instituciones acreditadas, es decir, cobertura educativa de alta calidad. Y esto es muy importante para medir su impacto. Las externalidades generadas por el programa han sido clave para la consolidación de la democracia por el fortalecimiento de la pluralidad en la sociedad y en el sistema universitario. Es triste que quieran acabar con un programa bandera de incentivo a las nuevas generaciones, y triste porque existe en otros países de América Latina. Y por una presión de tipo político-ideológica, se podría tomar una decisión poco afortunada.
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