El eje de debate frente al cual estaba el país acostumbrado a discutir y circulaba la agenda política del país, se centraba en buena parte en la modernización del país, en el dar más fortaleza al aparato productivo, en defender la inversión. Con el estallido social, el foco de la agenda se desplazó dando mayor importancia a la agenda de redistribución, al interés sobre jóvenes, mujeres y minorías. Y esto es lo que se refleja en los resultados del importante ejercicio de conversación nacional que jalonaron un grupo de universidades y la fundación ideas para la Paz, que, inspirados en el modelo de diálogo en Chile, pusieron a conversar a muchos colombianos y colombianas, de distintas edades y regiones del país, bajo el título de Colombia tenemos que hablar.
Este ejercicio de diálogo presentó su balance: Más de 5 mil participantes, más de mil conversaciones, más de 800 horas de conversación. A 6 hallazgos llegaron: un país que conversa confía, al 73% de los participantes lo que más les gustó fue poder entablar conversación y conocer distintas voces y realidades. El segundo hallazgo: El estado más preponderante expresado sobre la realidad del país por los participantes fue la tristeza más que el enojo. El tercer resultado: El 60% de las personas desean un cambio para el país, frente a la corrupción el 94%, y más del 70% en el campo político. El cuarto consiste en la focalización en el interés de cambio en la educación, la política, la corrupción y la cultura. El quinto descubrimiento: Expresaron un consenso sobre una agenda alrededor de la niñez. Y finalmente, Los agentes de cambio más nombrados y sobre los cuales hay más confianza son: sociedad, universidades y ciudadanía.
De otra parte, los seis mandatos que salieron de dichas conversaciones: Hacer un nuevo pacto por la educación; cambiar la política y eliminar la corrupción; transformar la sociedad a través de la cultura; cuidar la biodiversidad y la diversidad cultural; construir confianza en lo público; y proteger la paz y la Constitución, por ser un horizonte compartido. En efecto, una de las diferencias con la conversación que se llevó a cabo en Chile, es que en Colombia se reconoce como una fortaleza la constitución del 91. Señalan que “Cuidar la Constitución para garantizar la libertad, democracia, participación y justicia”. Lo mismo que “Evitar inequidad, violencia, división y malfuncionamiento del Estado”. Y finalmente, se pide cumplir los acuerdos de paz: “Creemos que el cumplimiento de los acuerdos con las Farc garantiza la convivencia y la seguridad”.
Qué bueno que los resultados de esta amplia y variada conversación nacional pueda servir de insumo no solo sobre el qué hacer, sino, muy importante, también, sobre el cómo hacer. Y qué bueno que a nivel territorial se pudiera seguir desplegando ejercicios de diálogo, poner a conversar no solo a los diversos, sino aún los contrarios que deben convivir en el mismo territorio o región. Esta metodología de Tenemos que hablar Colombia, puede servir de base para muchos otros diálogos. Los candidatos presidenciales deberían prestar oído a estos resultados, para que, escuchando la voz de la gente, puedan sintonizar su discurso y propuestas mucho más en la línea de las necesidades de la población.
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