Luis F. Gómez


La polémica ampliación del IVA a la canasta familiar fue derrotada por la opinión pública y por los políticos. Los tecnócratas todavía están de duelo, pues consideraban que era una modernización del esquema tributario colombiano, que además incluía unas creativas fórmulas de compensación para los estratos socio-económicos más vulnerables. Pero la realidad fue que, ese componente de la ley de financiación de las arcas públicas, sencillamente fue enterrado, porque de lo contrario podía sepultar al gobierno.
El tema impositivo tiene un costo político muy grande. Así el presidente Duque lo ha experimentado en carne propia. La caída de popularidad del mandatario en sus primeros cien días de mandato fue drástica, del 54% al 27% según las encuestas. Sin embargo, es necesario asegurar la financiación ortodoxa del déficit financiero, pues seguir creciendo el déficit fiscal, más allá de incumplir las metas de la regla fiscal, puede generar unas consecuencias muy graves para la estabilidad macroeconómica del país. El hueco fiscal hay que llenarlo. Y la consecución de los recursos debe ser buscar que las fuentes no sean las más dolorosas, pero tampoco las que tengan peores consecuencias para la estabilidad económica y que en principio no sean tan impopulares. Jugarle a la popularidad en materia impositiva puede llevarnos a tomar las peores decisiones, por su costo en el largo plazo.
Un punto fundamental para incrementar los ingresos fiscales es la lucha contra la evasión. Las tasas efectivas de los que pagan impuestos son altas si se comparan con otros países, pero a nivel de total de país tenemos unos recaudos muy por debajo si se determinan como participación del PIB. Y esto es debido a que muchos que deberían pagar impuestos no lo hacen, se burlan del fisco y evaden. En este sentido hay países de los cuales podemos aprender mucho y que ya han hecho la tarea de gestión fiscal con mucho éxito. En este sentido la modernización de la DIAN es necesaria en tres campos fundamentalmente: de un lado la formación de nueva generación de funcionarios profesionales jóvenes y bien capacitados; en segundo lugar, la utilización de la ciencia de datos para a través de sistemas sofisticados de “Big-data” permita nacer la analítica correspondiente para cerrar los caminos de la evasión; y en tercer lugar una legislación que dé dientes, en este sentido hay que endurecer las sanciones y recurrir a la responsabilidad penal de manera más general. En estos tres campos se han hecho mejoras en los últimos años, pero demasiado discretas, hay que profundizarlas si se quiere reducir la evasión.
Pero también hay que ver la otra cara de la moneda. Los gastos oficiales, y la eficiencia del gasto público. Hay que depurar allí donde se están destinando muchos recursos y que en el proceso terminan mal invertidos o en los bolsillos de los corruptos. Capítulo especial deberían tener todos los colados en los sistemas de subsidio como el Sisbén, que, a través de falsedades, quedan como beneficiarios de subsidios que son para los más pobres.
El mensaje de cuidado con los recursos públicos que dio el presidente Duque a través de la directriz presidencial de austeridad es positivo, pero eso es un pañito de agua tibia, el país necesita cambios mucho más radicales.
Hoy tenemos la mirada en los impuestos, pero hay que tenerla más amplia y holística que incluya, ingresos y egresos.
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