Luis F. Gómez


“No es normal sentir culpa cuando alguien se acerca más de lo que debe, aunque haya sido muy coqueta”. “No es normal que por disfrutar de mi sexualidad y tomar iniciativa frente a un chico me digan perra”. “No es normal que el cuerpo de la mujer sea visto como un pedazo de carne”. “No es normal que las mujeres debamos ponernos como objeto sexual para ser amadas”. “No es normal que una mujer deba ser sumisa ante su pareja por depender económicamente de él”. “No es normal que cuando camino por la calle me sienta insegura al ver a un hombre acercase a mí”. “No es normal que las mujeres callen cuando se sienten vulneradas por violencia o acoso sexual”. “No es normal que cuando entreguen la cuenta en un restaurante se la entreguen siempre a él”. “No es normal que por ser mujer tengamos que hacer el aseo del hogar y los hombres no participen”. Estas son algunas de las expresiones de unas universitarias en un día conmemorativo de la mujer, expresan esos sentimientos generados por la violencia sexual, psicológica y simbólica, que han experimentado.
En efecto, en la cotidianidad de la vida, hay muchas formas como las mujeres se ven intimidadas bloqueando su expresión libre y espontánea. Ellas soportan en no pocas oportunidades violencia a través de las palabras y acciones que desvalorizan, ridiculizan, menosprecian y hasta humillan. Pero a veces lo más pesado es lo que va mediado por prácticas que hacen parte de la cultura y que constituyen la violencia simbólica, pues por la gran cantidad de mediaciones por donde se cuela la inequidad de género, terminan, irónicamente, convirtiéndose en “parte del paisaje social”. Son los estereotipos de género que vehiculiza nuestra sociedad y que llevamos todos en miles de comportamientos.
La violencia económica de género está más que presente en los indicadores de participación laboral de la mujer que es más baja que la de los hombres. Igualmente, el nivel de remuneración de las mujeres tiene una brecha del 17% en América Latina según el Banco Mundial. Brecha que se agrava cuando la mujer tiene hijos menores. En el único aspecto que Colombia brilla positivamente es el acceso de las mujeres a cargos directivos, pues estamos a la cabeza mundial en el tercer puesto, después de Letonia y Estados Unidos.
La OCDE ha identificado tres tipos de desigualdad de género: la violencia contra las mujeres; la persistente disparidad salarial entre los géneros y la distribución desigual del trabajo no remunerado. Este último está muy relacionado con los estereotipos de roles en el hogar. Según el DANE, mientras al día los hombres dedican, en promedio, 3 horas 10 minutos a actividades no remuneradas en el hogar, las mujeres destinan 7 horas 23 minutos a labores de aseo, mantenimiento, preparación de alimentos, arreglo de ropas, compras y administración de la casa, cuidado y apoyo de miembros del hogar y actividades con menores.
Tenemos mucho que mejorar. Y el cambio fuerte es cultural. Para ello tendremos que hacer muchas acciones desde todos los niveles. Colombia puede convertirse en ejemplo mundial.
* * *
¡Un feliz día de la madre a todas las lectoras madres!
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015