Los abogados de Westpfahl Spilker Wastl (WSW) presentaron un informe que reporta más de 497 víctimas de abuso sexual - niños y adolescentes - en la Arquidiócesis de Múnich y Freisin entre 1945 y 2019. De los 235 presuntos culpables, 173 eran sacerdotes y nueve eran diáconos. Sobre ellos no hubo, en la mayoría de los casos, sanciones relevantes. El informe de estos juristas acusa al papa emérito Benedicto XVI por no haber actuado en al menos cuatro de estos casos sucedidos entre 1997 y 1982, cuando fue arzobispo en Alemania.
Frente a estos hechos, Joseph Ratzinger, en la carta a los fieles de Múnich, expresa su pesar y pide perdón por lo sucedido: “Una vez más solo puedo expresar a todas las víctimas de abusos sexuales mi profunda vergüenza, mi gran dolor y mi sincera petición de perdón…” Al leer estas palabras, quizás las víctimas y la sociedad entera afectada por estos hechos les cueste perdonar, no solo por la extrema vulnerabilidad de los dolientes, sino por la herida abierta en el alma de los creyentes; sin embargo, el perdón y la reconciliación tienen, en sí mismos, efectos curativos.
El papa emérito al manifestar su arrepentimiento y pedir perdón, sin que la falta se borre o prescriba, nos da la oportunidad de vivir y de tener esperanza en el futuro, pues, del mismo modo en que el resentimiento lesiona más a la víctima que al victimario, el perdón y la reconciliación, por difíciles que sean, benefician más a quien sufrió el daño que al perpetrador. Lewis B. Smedes, profesor de teología y ética por largos años escribió: “Perdonar es liberar a un prisionero y descubrir que el prisionero eras tú”.
Si el perdón no resulta alternativa para algunas víctimas, siendo su derecho y su potestad, al menos la reconciliación como un hecho social, cuando es posible, restaura las relaciones sociales que fueron dañadas, abre el diálogo y el encuentro entre todos los que se sienten afectados, y aporta incluso a la salud mental y física de los lesionados que pueden aspirar a vivir sin la enorme carga que el odio supone. Para el caso, Benedicto XVI no solo se expresa sobre el dolor y el trauma provocado en el pasado, sino que reconoce la legitimidad de la experiencia en el presente, la validez de los sentimientos de las víctimas y de la sociedad, dando un paso hacia la recuperación de las personas y de la relación fracturada.
John Paul Lederach, autor de “Reconciliación”, nos dice que este tipo de hechos sociales de encuentro permiten pensar colectivamente en el futuro, mirar hacia adelante e imaginar días por venir en que se pueda vivir de otra manera sumando los intereses del pasado, haciendo apuestas de futuro y reconstruyendo el presente.
El olvido no es opción, algunas veces el perdón tampoco es posible, pero considerar la oportunidad de la reconciliación, puede ayudar a todos a encontrar una salida para sobrellevar estos hechos execrables e irremediables que lesionaron profundamente a las víctimas y a la sociedad.
El paso que ha dado Joseph Ratzinger, papa emérito, puede ser tardío para muchos, pero lleno de humildad y respeto por las víctimas. Qué bueno que muchas autoridades eclesiales puedan aprender de esta experiencia y tomar hoy las decisiones que deben tomar sin dilatar la respuesta de la Iglesia ante las denuncias. Es necesario acompañar a las víctimas y resarcirlas, por lo menos en lo que sea posible luego del gran daño inflingido. El negacionismo es el peor de los caminos, porque termina revictimizando a las personas ofendidas y dejando a los perpetradores sin sanción.
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