Luis F. Gómez


La salida a la crisis social que vive el país debe ser con un amplio y multisituado diálogo, con aspectos a nivel nacional, pero otros a nivel regional y local. La clave de este proceso es darle una interlocución seria, honesta y viable a las personas que se movilizan. Que permitan construir unos nuevos consensos que atiendan a las necesidades más sentidas de la población colombiana en dificultad. ¿Cómo podrían ser las conversaciones?
Inspirados en Jean Paul Lederach, un conocedor de los temas de paz y reconciliación, la posibilidad de las “conversaciones” que abran camino para llegar a la reconciliación tienen que tener ciertas características. Intentaré una aproximación con la experiencia que estamos teniendo en la ciudad de Cali, epicentro de la movilización social y una ciudad que está padeciendo la crisis social y económica de los bloqueos inédita en la ciudad.
La primera es la honestidad. Hay que entablar una conversación con transparencia, con autenticidad, es decir, saber que se va a escuchar. Complementando esta perspectiva con la de Adam Kahane, añadiríamos que es estar dispuesto a verse transformado por lo que el otro dice, por eso recordemos que habla de la necesaria actitud de flexibilidad cuando se va a la negociación. Esta honestidad, implica también que todos los actores sociales estemos allí presentes, que haya una disposición de conversar de todos, lo que supone necesariamente la renuncia a la violencia como medio de solución de conflictos.
En segundo lugar, el respeto como una posibilidad de verse a uno mismo, pero también al otro, es decir una nueva posibilidad de una nueva conciencia de uno mismo y de los otros. Monseñor Monsalve, Arzobispo de Cali, señalaba recientemente que el punto que dinamizará la reconciliación es el reconocimiento del otro. Decía que era indispensable anticiparse con el reconocimiento de los derechos vitales de los otros para poder sanar el resentimiento de muchos años de exclusión, y así propiciar el cambio interior hacia la reconciliación social. Francisco de Roux, S.J., bien lo expresó en Cali recientemente: lo de los jóvenes es un grito por su dignidad humana pisoteada históricamente. El respeto implica reconocer la dignidad del otro.
En tercer lugar, esas conversaciones exigen que se hagan con paciencia y persistencia, en efecto, comprender cómo se reconstruyen las relaciones toma tiempo, no es un asunto instantáneo, es un proceso que no se puede forzar, solo propiciar. Una de las mayores paciencias la estamos “sufriendo” en Cali, que es aclimatar las condiciones de posibilidad del diálogo antes de intentarlo. Muchos que han tratado de hacerlo rápido, han acabado mal. Hay que asegurarse de las condiciones, entre ellas una fundamental que haya la base mínima de confianza y que los movilizados puedan constituirse en sujeto de negociación.
Esta última condición no es fácil en un movimiento que tiene tantos espontáneos y que no obedece a una sola lógica. Como dice el adagio popular, “despacio que voy de afán”.
“Conversaciones” de verdad, con una profunda voluntad de construcción en común con los otros, aportarían mucho a que podamos convertirlas en diálogos transformadores y de reconstrucción social.
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