Luis F. Gómez


Todos ponen, como en la pirinola, debería ser el eslogan de la reforma fiscal, que, si bien el Gobierno le ha puesto un bonito nombre a cada una de las reformas tributarias, para suavizar el imaginario colectivo doloroso de toda reforma que toca los bolsillos. Lo que se pretende, en esta nueva versión, es generar muchos más contribuyentes y tapar el hueco fiscal asegurando un mayor gasto social. Gasto social que en estos tiempos de pandemia es urgentísimo. No hacer reforma saldría muy costoso para el país, pues tendría un efecto muy negativo mantener un alto déficit fiscal, y lo que puede ser más grave, elevar el costo y reducir la accesibilidad a la financiación internacional. O peor sería no hacer el gasto social. Así que toca hacer la reforma. El punto es ¿cómo hacer la mejor reforma?
Hay tres puntos nucleares para responder esta pregunta: Que sea realmente progresiva y que la estructura de impuestos y gastos permitan una protección de los más vulnerables, y de manera sostenible. Si se quiere, este sería el mejor impacto de la pandemia en el manejo del país. Hay un indicador escandaloso para Colombia en la estructura actual, es que el efecto de los impuestos (cobro y gasto) no genera un mayor impacto redistributivo en el país. Y allí es necesario que hagamos importantes transformaciones. No podemos seguir así. La progresividad hay que asegurarla. Las políticas ya implementadas de compensación del IVA para los estratos más bajos abre una posibilidad muy interesante para mejorar la administración del IVA y de mantener la progresividad.
El segundo punto es que los esfuerzos tributarios no pueden quedarse focalizados en los mismos de siempre (empresas, que generan el 80% de los impuestos de renta), sino en muchas personas naturales. Y este es un cambio que puede doler en su implementación, pero es la mejor forma de hacer participar a muchos más colombianos en la generación de recursos para el Estado. Los números de personas naturales contribuyentes hay que elevarlo y, si se mantiene el principio de progresividad, debe ser en dosis según sus posibilidades. La idea es que se pase de un poco más de un millón de personas a más de 5 millones. Igualmente, gravar las pensiones por encima de 7 millones. Y todo esto necesitará una profunda y seria pedagogía. Si la gente entiende las razones y destino de sus impuestos podrán aceptar mejor los cambios. Hay un profundo sentido de solidaridad que debe tocar la conciencia de los colombianos.
El tercer punto son los asuntos que desafortunadamente no toca. Y son dos reformas importantísimas que, por miedo político para llevarlas a cabo por parte tanto del Gobierno como del Congreso, se han quedado en el congelador. La pensional para financiar las pensiones futuras y la de reducción de los parafiscales a la nómina para poder generar más empleo. Estos dos temas quedan pendientes y harán que la reforma no sea la que mejor.
La reforma fiscal es necesaria, pero hay que hacerla lo mejor posible. Los políticos deben ser muy serios y responsables con el futuro del país. Hay que oír a los técnicos, ver la evidencia empírica y lo fundamental, ser responsables con el impacto de las personas más vulnerables.
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