El viaje transcurría tranquilamente, a fin de cuentas, es una de las más importantes vías del país. Nada hacía presagiar lo que más adelante ocurriría. Tarde soleada, carretera despejada. Ni una sola tractomula o camión transitando por la ruta. Subir de Medellín al Alto de Minas fue, quien lo creyera, un paseo agradable.
4 pm. Comienza el descenso al municipio de La Pintada. Se nota de lejos que son muchos más los que regresan a Medellín, que quienes dejan atrás la capital de la montaña. Del otro lado de la vía, ya hay largas colas de vehículos subiendo. Cruzamos el puente sobre el río Cauca en La Pintada. Son las 5:15 p.m. y todo indica que en tres horas estaremos en casa. Sabemos que es el fin de la Semana Santa y que muchos están haciendo el viaje de regreso a sus hogares.
De pronto, empezamos a preocuparnos. Por el carril contrario no viene carro alguno. Pasan varios minutos. Debe ser por los “pare-siga”, pensamos. El Consorcio Pacífico Tres, constructor de las obras de modernización de la vía, anunció que durante el día de resurrección habría una circulación normal. Nada de obras en el bendito día. Solo algunos tramos donde se debería dar vía alterna por los trabajos en ejecución.
Avanzamos unos pocos kilómetros bordeando el Cauca, y al final de una recta, observamos una larga fila de carros en nuestro carril. Claro, repetimos, es nuestro turno de hacer el pare y siga. Sin embargo, pasan los minutos, y no hay flujo en ninguna dirección.
El sol desaparece del gran cañón por el cual se abre paso un altanero río, crecido por las fuertes lluvias de los últimos días. Aun hace calor y preferimos quedarnos dentro de los carros para resguardarnos de los bichos y disfrutar del aire acondicionado.
Cae la noche. Algunos pasajeros descienden para dar alivio a sus vejigas y otros para estirar las piernas. Podemos observar familias enteras, incluso madres con niños en brazos. Alguien grita… ¡abrieron vía! Veloces conductores retornan y encienden motores, y arrancan cual estampida del salvaje Oeste ocupando los dos carriles tratando de sobrepasar unos a los otros, y de repente… en el horizonte, la misma estampida vehicular, pero en sentido contrario.
Algunos avivatos debieron violar los turnos en alguno de los 19 puntos donde se encuentran los trabajos que obligan a dar el paso alterno. ¡Y ahí fue Troya! Se armó un pandemonio como nunca se ha visto, un embotellamiento que ya lo envidiaría Bogotá cuando hay una de las tantas marchas que se hacen para protestar y amargarle la vida a quienes nada tienen que ver con sus demandas.
No hay forma de avanzar ni en una ni en otra dirección por culpa de algún irresponsable que rompió el orden. Más de 30 o 40.000 vehículos detenidos. No hay presencia de policía ni autoridad alguna.
Al cabo de una hora, al fin aparece un motorizado y algunos obreros del consorcio tratando de abrir espacio para permitir un mínimo tránsito en cualquier dirección.
10 pm. Después de cinco horas llegamos al sector de La Felisa, trayecto que normalmente demora poco más de una hora. Falta todavía un largo tramo de pare y sigas por la vía que conduce al Eje Cafetero y al Valle del Cauca. Decidimos abandonar esta ruta y tomar la vía antigua que recorre las montañas de Riosucio y Anserma, para así buscar dónde dormir en uno de estos bellos pueblos de Caldas, antes que arriesgarnos a tener que pasar la noche en la carretera en uno de tantos trancones.
Este hecho puede dejarnos algunas reflexiones:
La cultura del aventajado de sacar provecho a cualquier costa, nos hace un gran daño. Todos pagamos por ello.
La falta de respeto a los demás y la indisciplina, muestra una gran falta de civismo.
La poca presencia de la autoridad para imponer el orden donde se requiere.
La débil estructura vial frente al crecimiento vehicular y poblacional.
¿Acaso no está retratado nuestro país en este episodio?
¿No es Colombia Un Pare y Siga?
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