Tal y como lo había anunciado el alcalde Cardona, se hundió el proyecto de acuerdo 111 sobre compensación por aprovechamiento económico del Espacio Público (EP). Bastó llamar a dos o tres concejales amigos, como lo dijo en una reunión con comerciantes, para acabar ese proyecto tonto y torpe, según sus palabras. ¿Y ahora qué sigue? ¿Qué consecuencias debería tener semejante improvisación? Al parecer, ninguna. Todo seguirá igual, eso sí dejando constancia que se intentó cumplir con un mandato del nuevo POT, pero “la comunidad no quiso”. Este argumento se va volviendo un “modus operandi” cuando a un alcalde no le interesa avanzar en un tema sobre el cual está obligado a pronunciarse. Algo digno de investigación para un juez inquieto que quiera sancionar a quienes reiteradamente obstaculizan el cumplimiento de las normas mediante triquiñuelas jurídicas y de procedimiento.
Tantos ires y venires tienen una sola razón: la ciudad no tiene claro cuál es su Sistema de Espacio Público (SEP) y cómo administrarlo. No es por incapacidad técnica, sino por falta de voluntad política. ¿Qué alcalde quiere limitar el usufructo privado del espacio público o la plusvalía urbana, si en buena medida su gobernabilidad depende de quienes los usufructúan? Por fortuna, no es un asunto generalizado en la sociedad colombiana; algunos mandatarios han comprendido la importancia del EP para garantizar la calidad de vida como un bien superior a cualquier interés particular. Con convicción han avanzado muchísimo en transformar sus ciudades a partir de proyectos estructurantes de EP que enamoran, convencen y comprometen a los ciudadanos con su materialización. Pero en nuestra comarca, los gamonales que aún existen, imponen sus agendas y eligen alcaldes. Esperemos que los vientos de cambio que se están observando en el comportamiento electoral de los manizaleños desde las pasadas elecciones sirva para dejar atrás esos imaginarios pre-modernos sobre el poder y lo público.
Prevalece la idea de que el espacio público tiene sobre todo un valor de cambio, es decir, es una mercancía susceptible de ser transada por dinero. Por eso, se privilegian acciones puntuales y descontextualizadas sobre cómo extraer recursos. De allí que sea más importante definir la tarifa para concesionar el espacio público a los llamados “vendedores informales” (Acuerdo 443/99) o la pretensión de cobrarles un arriendo mensual a quienes han ocupado ilegalmente los antejardines con usos privados, cuando la ley les atribuye un uso público, así estén al cuidado de los privados. Ciertamente el alcalde debe reglamentar las excepciones.
Es necesario que todos los ciudadanos aportemos económicamente para garantizar un espacio público suficiente y digno, pero para ello tiene que haber un proyecto de espacio público que nos integre, nos una en medio de la diversidad. Y esto solo es posible, definiendo sin más dilación el SEP como un sistema estructurante de civilidad, cultura, encuentro ciudadano, recreación, calidad del aire y el ambiente, inclusión de alternativas de movilidad reducida, integración de diferentes formas de transporte, etc. Es decir, un EP para el disfrute colectivo, así algunos estén al cuidado de los privados.
La alcaldía confunde el SEP con el Plan Maestro (PM) de Espacio Público. El primero es un proyecto colectivo, que se traduce en una imagen objetiva y en unos instrumentos para lograrlo; el segundo es un plan de obras para llevarlo a cabo en un tiempo determinado. El POT de 2017 omitió la definición del SEP y se lanzó al pragmatismo del PM. Ahora no tiene ni lo uno ni lo otro. Para hacer más triste la historia, acabó de llegar el Plan de Movilidad realizado por unos consultores externos. Me da curiosidad saber si en ese proyecto hay alguna consideración sobre EP.
Señor alcalde, lidere la formulación del SEP que necesita la ciudad, integrando el Plan de Movilidad, las ciclo rutas, el Paisaje Cultural Cafetero, los ecoparques y reservas ambientales, las quebradas, las escuelas y universidades, los museos y teatros, la recuperación del Centro Histórico y la Comuna San José. Hágalo de cara a los ciudadanos, teniendo en cuenta sus opiniones. Imprímale una visión de corto, mediano y largo plazo. No importa que usted no lo vea materializado. La ciudad se lo agradecerá.
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