Manizales no puede dejar pasar inadvertido lo que viene sucediendo con los grupos de teatro en la ciudad. Poco a poco se está desvaneciendo el inmenso esfuerzo que han hecho los grupos nuevos y antiguos por montar y sostener sus salas de teatro para garantizar una programación permanente y acceder a recursos de Mincultura. Y eso a ninguna institución de gobierno parece preocuparle. El año pasado cerraron sus salas el tradicional grupo Actores en Escena y los recién creados grupos Los Chicos del Jardín y Caza Retazos. Otras sobreviven con dificultades como El Escondite, Tich y Punto de Partida.
Es bueno recordar que la Universidad de Caldas creó la carrera de Artes Escénicas hace más de tres lustros, dando respuesta a una creciente demanda de formación de actores y actrices, jalonado por el reconocimiento nacional e internacional de la ciudad en torno al Festival de Teatro que este año cumple 50 años de existencia.
El programa académico lleva una década graduando jóvenes en la licenciatura en Artes Escénicas, lo cual equivale a un número superior a 200 profesionales en el medio laboral y creativo. Muchos de ellos están en la docencia, regados por el departamento y el país. Los menos, han intentado emprender proyectos culturales en la ciudad, pese a carecer de una política pública cultural seria en Manizales. Pero la gran tragedia, el círculo vicioso de todos estos emprendimientos, es la sala para la presentación de sus obras. Se requiere un año de programación continua de espectáculos en una sala de teatro para recibir apoyo económico de Mincultura bajo el programa de salas concertadas. Y para garantizar esta programación se necesitan recursos que salen del voluntariado de sus miembros y de una que otra financiación privada o pública. Es por esto que los grupos de teatro buscan casas, garajes o locales, para intentar adecuar esos espacios con un pequeño escenario de 20 a 50 sillas, algunas luces y un baño que pueda servir para maquillaje y bodega de vestuario.
Y así comienza su travesía, o mejor su tragedia. Llenos de entusiasmo, arrancan con sus producciones, invitando a los amigos. Buscan atraer nuevos públicos, gestionan aquí o allá, participan en convocatorias. Llegan las primeras facturas de servicios públicos y el pago de arriendo, hacen préstamos para pagar deudas y emprender el siguiente proyecto. Los ingresos no son suficientes para garantizar un salario digno y prestaciones a todos los trabajadores de la cultura involucrados. Y luego de 4 o 5 años, desisten, cargando la frustración de sentirse incapaces.
No hay derecho. Pese a esas dificultades, los grupos de teatro de Manizales promueven escuelas de formación para jóvenes y adultos, realizan diferentes festivales departamentales, aplican a becas artísticas y de creación, garantizan la Ruta del Teatro como un medio para rotar las producciones artísticas, se presentan en festivales internacionales con éxito, entre otras muchas iniciativas que surgen del gremio teatral. Sin embargo, y a pesar de todo ello, continúan cargando con el fardo de sostener sus pequeñas y mal dotadas salas de teatro.
Yo me pregunto: ¿El teatro manizaleño no ha hecho suficientes méritos como para merecer un escenario digno dónde presentar sus creaciones artísticas durante todo el año? ¿La ciudad es incapaz de dotar a sus grupos de teatro de un centro cultural apropiado donde puedan asociarse diferentes actores públicos y privados para montar las obras, guardar sus vestuarios, reunirse, programar presentaciones, capacitarse, investigar, gestionar, entre otras actividades propias del medio artístico teatral?
Esta debería ser una de las múltiples iniciativas valiosas en el contexto de Manizales Ciudad Universitaria. Estoy seguro que el programa de Artes Escénicas de la Universidad de Caldas y los grupos de teatro existentes en la ciudad estarían dispuestos a hacer causa común con el gobierno y la empresa privada para formular un emprendimiento de esta naturaleza que dignifique a los profesionales del teatro para que se liberen del yugo del sostenimiento individual de las salas de teatro y puedan concentrarse en su verdadero oficio, hacer teatro para Manizales, Colombia y el mundo. Solo hace falta el guiño de la institucionalidad pública que lidere la iniciativa y reconozca su importancia para la ciudad universitaria.
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