¿Qué hacer en materia de construcción de procesos de unidad territorial con los municipios vecinos de la subregión centro-sur?, es otro de los múltiples asuntos aplazados en el departamento de Caldas. Cada que se presenta alguna crisis, como la reciente intención del municipio de Chinchiná de ingresar al Área Metropolitana Centro Occidente (AMCO), liderada por Pereira, se alborota el avispero y se reinician las reuniones para ver con cuantas promesas, traducidas en inversión de infraestructura, se puede abortar ese conato de separación. Y luego de calmar los ánimos, las cosas continúan igual.
La Gobernación, los Infis y el Comité Intergremial de Caldas, fracasaron en su estrategia regional basada en proyectos de infraestructura, a través de los cuales capturan presupuestos públicos que se le entregan a privados para su ejecución y terminan mal, bien sea porque en el camino se pierde la platica en procesos de contratación cuestionados por los entes de control, o bien porque se vuelven inviables debido a que los llamados “estudios técnicos” realmente tenían poco de tales. Al final, la plata no alcanza, las obras quedan inconclusas y terminan vendiéndose por minusvalores a terceros. Esa parece ser la historia de fracasos de las últimas décadas en Manizales y el Departamento. Y lo peor de todo es que con la apertura de nuevos procesos electorales como el que se acaba de iniciar, muy seguramente los mismos volverán a prometer lo mismo, intentando abrir otro ciclo de apropiación y evaporación de recursos públicos.
El gran reto de los candidatos a Senado y Cámara por Caldas será proponer la gestión de un proyecto regional acorde con las realidades actuales, lo suficientemente serio como para evitar mayores frustraciones. Algunas preguntas importantes para resolver serían las siguientes:
¿En qué queda el Aeropuerto del Café y cuáles son las opciones de movilidad aérea, si la esperada respuesta de Aerocivil de comienzos de diciembre de este año fue plantear que el aeropuerto es inviable porque presenta inconvenientes técnicos, no hay claridad sobre los beneficios socioeconómicos y la sostenibilidad debido a los altos costos, existen cuestionamientos jurídicos de los organismos de control y presenta muy baja demanda de pasajeros, sumados los tres aeropuertos de la región?
¿Qué implicaciones tendría para el Departamento en materia regional, la culminación de Pacífico III, teniendo en cuenta que Medellín y Cali quedarán mejor contectados como dos grandes mercados a los cuales Manizales podría acceder más eficientemente?
¿Cuál es la nueva estrategia de conectividad de Caldas, tanto al puerto de Buenaventura como a los puertos del Atlántico? ¿Seguirá insistiendo en atravesar el Chocó biogeográfico, con sus consecuencias ambientales, para buscar una salida al mar “propia” a través del puerto de Tribugá?
¿Qué alternativa puede ser más viable entre la asociación de municipios o la constitución del área metropolitana para la subregión centro-sur de Caldas, tomando en consideración que dichos municipios hacen parte del POMCA del río Chinchiná, y a excepción de Neira, todos los cascos urbanos están inmersos en la cuenca?
¿Cómo se sitúa Caldas frente a la constitución de la Región Administrativa de Planeación (RAP) del Pacífico y aquella que pudiera conformar Antioquia con otros departamentos?
¿Qué papel jugaría La Dorada en la constitución de una RAP del Magalena Centro?
¿Qué importancia tiene el agua en el proceso de consolidación de región?
Todas estas preguntas nos hablan de la necesidad de repensar el proyecto regional para conectar mejor los procesos socio-culturales, productivos y ambientales del departamento con unas nuevas dinámicas nacionales y globales que Caldas no ha sabido interpretar adecuadamente. La materialización de sistemas de planeamiento serios, liderados por expertos e instituciones intermedias (Gobernación y Corpocaldas, por ejemplo, pero con amplia participación local) dará lugar a una gestión de proyectos realmente eficiente y con efectos multiplicadores sobre la maltrecha economía caldense.
Caldas debe salir del autismo socio-cultural, pensando que el país entero conspira contra él, para abrirse a un proceso de alianzas subregionales y regionales que le permitan aprovechar las ventajas comparativas de asociarse con otros para potenciar las condiciones productivas que le genera el territorio. Aprender a trabajar juntos implica reconocer en los otros sus virtudes y limitaciones, así como las propias.
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