Recientemente visité la ciudad de Cuenca (Ecuador) atraído por la noticia de la próxima inauguración del tranvía urbano denominado “Tranvía de los cuatro caminos”. No pude escapar a la tentación de compararla con Manizales porque al recorrerla, encontré muchos aspectos en común. Esta valoración empírica me llevó a pensar que Manizales y Cuenca podrían ser hermanas.
En efecto, Cuenca es una ciudad intermedia de menos de 400 mil habitantes urbanos localizada en la sierra ecuatoriana a 2.550 msnm. En el año 1999 su centro histórico fue declarado patrimonio cultural de la humanidad por sus características principalmente republicanas, aunque también posee arquitectura colonial y neoclásica de inspiración francesa. En 2011 fue declarada Ciudad Universitaria por la Asamblea Nacional del Ecuador, exhortándola a diseñar un plan maestro que incluya a la ciudad de Cuenca como ciudad del conocimiento, el diseño de una política de desarrollo científico y tecnológico regional con proyección nacional y la dotación de políticas específicas para la consolidación y ampliación de la vocación cultural y universitaria de la ciudad.
Son notorios los avances y las acciones para consolidar estos elementos de política pública que le están permitiendo a la ciudad diversificar su economía y elevar la calidad de vida de sus habitantes. En efecto, en torno al rescate de su patrimonio arquitectónico y a la construcción del tranvía pasando por el centro histórico, se puede detectar un plan urbanístico de revitalización urbana que incluye la recualificación de plazas y parques, la reorganización de las ventas ambulantes en edificaciones o en algunas plazas públicas, el rediseño de rutas de buses por las periferias del centro histórico, la ampliación de la red de ciclorrutas y de bulevares peatonales, y el estímulo para que los vehículos privados no ingresen al centro, contribuyendo a disminuir la contaminación visual, auditiva y del aire. Por su parte, Cuenca trabaja por lograr y sostener los máximos estándares de calidad de sus 4 principales universidades que albergan alrededor de 32 mil estudiantes, la mitad de los cuales pertenecen a la Universidad de Cuenca, de carácter público.
Otras áreas periféricas al centro histórico avanzan en su redensificación, pero manteniendo unas alturas moderadas, mientras que sus edificaciones antiguas se van adaptando a las nuevas necesidades de hotelería, restaurantes, cafés, museos y comercios con destino al turismo. Da envidia visitar sus dos plazas de mercado, “9 de octubre” y “10 de agosto”. Me gustó más la primera, por su mayor dinamismo y sabor a mercado popular, pero ambas están bien organizadas, tanto al interior como al exterior de sus edificios. Es posible degustar con confianza la gastronomía típica como los famosos hornados.
La construcción del tranvía inició en 2013 con un presupuesto de 180 millones de dólares, una longitud de 21 kms en ambos sentidos y una expectativa para transportar alrededor de 110 mil pasajeros diarios a una velocidad de 21 k/h. Los conflictos y demoras en su ejecución al parecer han duplicado su costo final. Sin embargo, una compañía francesa se ha comprometido a inaugurarlo este año. El aeropuerto, pese a quedar en la zona urbana, se ha modernizado, garantizando unos 1.500 pasajeros diarios en un pista de 1.900 metros. Manizales mueve 500 aproximadamente en una pista de 1.480 mts.
Ahora entenderán porqué sostengo que Cuenca y Manizales podrían ser ciudades hermanas. Siento que Manizales, pese a tener oportunidades similares, incluso haber optado por ser ciudad universitaria desde 1989, avanza muy lentamente y duda en sus proyecciones, a veces se detiene para retroceder o desviar su camino. El débil patrimonio arquitectónico se nos cae a pedazos, la ciudad universitaria aún no tiene dolientes en términos de política pública, los estudios que permitirían definir un sistema integrado de transporte se demoran eternamente, las plazas de mercado apenas se sostienen sin que la Alcaldía defina claramente su futuro. La calidad de vida se deteriora progresivamente con el incremento de vehículos privados sobre las vías, aumentando la contaminación en distintos frentes.
Dudo que el POT (2017), por su carácter ecléctico, logre avances significativos en esa dirección, pero sobre todo, que sus dirigentes actuales sepan cuál es la mejor bitácora de viaje para sacar a Manizales del soroche.
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