Hablar de corrupción, incremento de las desigualdades sociales, narcotráfico y violencia, privatización de la riqueza pública, guerra sucia y posverdades, es hablar de la realidad colombiana; pero luego de una corta estancia investigativa en México, pude constatar de cuerpo presente que también es la realidad que caracteriza este hermoso y monumental país de resistencias ancestrales y revoluciones modernas. Esas mismas que impidieron destruir la memoria y la presencia viva de las culturas prehispánicas mesoamericanas, así como el espíritu de libertad y creatividad que se desató luego de las gestas independentistas en la aurora del siglo XX.
Ambos países afrontarán en los próximos días unas elecciones históricas en donde se enfrentan dos concepciones distintas de país. Por un lado, la continuidad de un proyecto neoliberal de libre mercado que asfixia a una gran parte de la población empobrecida y beneficia a un selecto grupo de grandes empresarios que se chupan los presupuestos públicos; y por otro, la posibilidad de un giro socialdemócrata que acorte brechas sociales, proteja el ambiente, incremente la productividad y el empleo, descolonice las relaciones con los países ricos y rompa el espinazo que estructura la corrupción con todos sus tentáculos delincuenciales, incluyendo el narcotráfico que tanto dolor está causando en las familias más humildes.
Lo que está en juego no es cualquier cosa, Colombia y México podrían convertirse en dos países latinoamericanos que digan basta ya, luego de experimentar por más de tres décadas un proyecto dogmático y agresivo de libre mercado que ni siquiera EE.UU. cumple con rigor. En el caso de México parece un hecho que el proyecto propuesto por Andrés Manuel López Obrador (AMLO), catalogado por la derecha como “castrochavista a la mexicana”, logre el favoritismo en las elecciones del 1 de julio próximo después de dos intentos fallidos. Así lo revelan las encuestas que le dan una ventaja muy significativa sobre la propuesta de Ricardo Anaya, un joven político de ideas ancianas que pretende profundizar el modelo fracasado de Enrique Peña Nieto, quien se despide del gobierno con una muy baja popularidad y un país en crisis socioeconómica. La llegada de AMLO al poder significa la posibilidad de recuperar el camino inconcluso trazado por la revolución mexicana de principios del siglo XX para continuar potencializando los mejores valores en la ciencia, las artes, la cultura y el medio ambiente. O al menos eso se espera.
Representa también la posibilidad de recuperar la seguridad alimentaria luego de la revolución agraria interrumpida de Pancho Villa y Emiliano Zapata. Hoy México debe importar más del 40% de los alimentos que consume diariamente. En materia de minería, el país ha concesionado ilegalmente más del 25% del territorio a compañías extranjeras, perjudicando especialmente a las comunidades indígenas. La violencia penetró las campañas políticas en México. Son ya varios los candidatos a instancias de representación local o regional asesinados por fuerzas oscuras que buscan preservar sus privilegios.
Aún no es claro qué pueda pasar en Colombia, pero México nos sirve de país espejo, bien sea para adelantarnos a lo que nos esperaría con un gobierno neoliberal encarnado en el joven Duque de ideas retrógradas o sintonizarnos con las opciones de cambio que probablemente experimentará México a partir de julio y que en buena medida encarna el programa de Petro en Colombia. La campaña de desprestigio de los candidatos alternativos es idéntica. Parece una matriz aplicada indistintamente a todos los que pretendan transformar sus realidades en cada país. En México, además del castrochavismo, se difunde la penetración de Rusia en la política interna, aunque también se destapan los escándalos de Cambridge Analytica y los acuerdos firmados por Facebook y el Instituto Nacional Electoral de México. Se sospecha que hay acuerdos para hacer usos indebidos de las bases de datos a favor del PRI.
En México, se espera que más de 12 millones de jóvenes que ingresan al censo electoral hagan uso del voto para que se conviertan en el factor decisivo de cambio. En Colombia, los jóvenes universitarios, cada vez más sensibles a la política gracias a las campañas en primera vuelta de Sergio Fajardo y Gustavo Petro, potencien ese espíritu participando proactivamente en la segunda vuelta.
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