Muchas cosas están cambiando en materia de comportamiento electoral en los colombianos. Podría decirse que, en general, las últimas elecciones mostraron un anhelo de cambio creciente entre la ciudadanía. Los resultados finales evidenciaron un aumento en la votación, lo cual permitió derrotar por estrecho margen el abstencionismo como un mal endémico de nuestra sociedad, heredado del Frente Nacional y del Estado de Sitio, prevalecientes hasta la Constitución de 1991. Esta circunstancia evidenció una mayor participación política de las juventudes en los procesos electorales, motivada por la conexión emocional y programática con las opciones alternativas de corte socialdemócrata, tanto en la búsqueda de un verdadero centro político como de un giro hacia la izquierda en el marco del Estado Social de Derecho y de la Constitución Política.
Los partidos y movimientos alternativos tuvieron una gran oportunidad para derrotar a “los mismos con las mismas”, consigna que se difundió ampliamente en las campañas de centro y centro izquierda. Las expectativas de unidad entre quienes tenían esa bandera, avivaron las esperanzas de muchos sectores sin partido, y también de otros que históricamente han votado por los partidos tradicionales. Pese a ese clamor ciudadano por la unidad, hay que reconocer que los partidos y movimientos alternativos fueron inferiores a ese enorme reto. Pudieron más las dudas y las prevenciones derivadas de la propaganda negra que insuflaba la derecha para promover la división y la radicalización de las campañas alternativas, que el juicio racional por alcanzar una amplia unidad en torno a los objetivos estratégicos comunes.
La derecha se propuso debilitar ambas campañas alternativas para sobreponerse holgadamente en la segunda vuelta presidencial. Una vez más, como sucedió en el plebiscito por la paz, se impusieron los estrategas propagandísticos de la derecha, promoviendo el odio, las consignas relacionadas con el peligro de un supuesto gobierno dictatorial, “castrochavista”, socialista o populista.
Las campañas alternativas no supieron contrarrestar dichos eslóganes, peor aún, los copiaron acríticamente como argumento para fragmentarse o posicionarse en polos opuestos. Entre tanto, le quedó limpio el camino al verdadero contradictor, quien buscaba un enemigo en los bordes con el cual justificar su propaganda negra, valiéndose insensiblemente de las dificultades por las que pasa el vecino país de Venezuela. Como consecuencia de lo anterior, “los mismos con las mismas” seguirán gobernando, y algunas heridas quedaron en los partidos y movimientos alternativos que no serán fáciles de sanar.
Es importante destacar en el contexto político varias lecciones y retos importantes que incidirán en los futuros escenarios de participación política y electoral:
Hoy, la sociedad colombiana está dividida, no entre derecha e izquierda como algunos consideran equivocadamente, sino en dos grandes segmentos: una sociedad de tendencias tradicionalistas que le teme a cambios profundos en el “statu quo” y aplica el imaginario de “es mejor malo conocido que bueno por conocer”. Otra sociedad de tendencias más progresistas que ha venido ganando mucho terreno, al punto de contribuir a equilibrar la balanza de poderes. Busca la profundización de la democracia como posibilidad de liberalización de fuerzas en lo económico, político, social, cultural y ambiental. Es un sector social heterogéneo que no teme a los cambios y está abierta a reconocer los derechos emergentes a un ambiente sano, hábitos de vida saludable, libertad sexual y de género, colectivización y protección de los bienes comunes (más allá de lo estatal), buen-vivir y bien-estar derivados de la mayor redistribución de la riqueza, entre muchas otras expresiones de cambio socio-económico, simbólico y político.
Todos los partidos y movimientos políticos están perdiendo capacidad de representación colectiva, tanto los de derecha como los de centro e izquierda, derivada de la crisis política global del Estado empresarial-corporativo y la licuefacción del espacio-tiempo por efecto de las TIC, lo cual se está traduciendo en nuevas prácticas culturales, simbólicas y materiales, en nuevas formas de organización y gobernanza.
La ciudadanía tiene hoy enormes retos: sobreponerse a los miedos ajenos y a la crisis política generalizada; posicionarse como un actor de primera línea en la promoción de la unidad y en su organización para el ejercicio del poder. Un poder ciudadano capaz de liderar la defensa, promoción y profundización de los valores democráticos.
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