El programa de Arquitectura de la Universidad Nacional de Colombia, sede Manizales, recibió el pasado 9 de mayo la acreditación internacional completa hasta el año 2022 por parte del Royal Institute of Brithish Architects, más conocido como RIBA, un instituto con un siglo de experiencia en procesos de acreditación de las Escuelas de Arquitectura en el mundo.
Para alcanzar este propósito la Escuela de Arquitectura y Urbanismo (EAU) emprendió un trabajo constante y permanente desde 2013. En 2014 se hizo un alto en el camino para participar de la acreditación nacional del CNA, órgano oficial del Ministerio de Educación Nacional, cuyo objetivo es “garantizar a la sociedad que las instituciones que hacen parte del Sistema cumplen los más altos requisitos de calidad que realizan sus propósitos y objetivos”. Esta tarea también fue lograda con éxito en el 2015 hasta el año 2022.
Tanto la acreditación CNA como RIBA son ejercicios voluntarios de autoevaluación que obligan a la EAU a mirarse a sí misma en relación con la sociedad y el mundo que la rodea.
Haber logrado la acreditación nacional e internacional habla muy bien de los procesos formativos que emprende la EAU para entregarle a la sociedad los arquitectos del presente y del mañana.
¿Qué valoraron los pares académicos nacionales e internacionales de la carrera de arquitectura en Manizales?
- La alta calidad y permanente formación de los docentes.
- La responsabilidad social y su compromiso con el patrimonio cultural regional.
- La flexibilidad del currículo y las opciones que ofrece a los estudiantes.
- Los semilleros de investigación y los proyectos de extensión que conectan con el mundo real brindando a estudiantes y profesores la oportunidad de una práctica basada en investigación y en proyectos de impacto social.
- La movilidad de estudiantes y profesores a través de intercambios académicos.
- El buen desempeño de sus egresados.
Algunas de las alternativas de mejora identificadas por la EAU y los pares externos para el futuro son:
Los procesos pedagógicos de enseñanza-aprendizaje deben cualificarse para mejorar contenidos curriculares y métodos de evaluación; el papel del diseño y la planificación urbana deben contribuir al diseño arquitectónico para lograr una relación contextual entre la ciudad y el proyecto; deben reforzarse las temáticas asociadas al confort y la protección frente al clima en el marco de la sostenibilidad de la ciudad y de los edificios, más aún en tiempos de cambio climático como los que atravesamos; la investigación en arquitectura debe ser ahora un asunto transversal a la carrera, con el apoyo de laboratorios vinculados a los procesos de diseño y creación de espacialidades; las temáticas asociadas a las bellas artes, que desafortunadamente se fueron debilitando en la formación del arquitecto, deberían reforzarse para apoyar los procesos creativos y las técnicas de representación de los proyectos. Y el portafolio que semestre a semestre deberían hacer los estudiantes sin falta, debe convertirse en la carta de presentación de la evolución de todos estos aspectos y la garantía de un mejoramiento continuo.
También hay otros temas sobre los cuales la EAU debe y está trabajando con el apoyo de la Decanatura y la Vicerrectoría de sede, tales como, la cualificación de las instalaciones físicas y su proyección urbana con la ciudad universitaria, los servicios de bienestar, la biblioteca especializada de arquitectura y urbanismo, la cualificación pedagógica de los profesores, la actualización de equipos y software, la presencia consolidada de la EAU en el sistema de ciencia, tecnología e innovación con grupos fuertes en las áreas de artes y creatividad, ciencias sociales y humanas; entre otros.
Hay quienes se empeñan en minimizar estos logros que corresponden al esfuerzo colectivo de una comunidad académica en constante evolución. A veces, las críticas más fuertes vienen desde la propia casa de estudios o de los reclamos de la sociedad, como una especie de auto-flagelación.
Queda mucho por hacer, tanto en formación de nuevos liderazgos desde la arquitectura, proyectados hacia la sociedad, como a la inversa, es decir, una comunidad más participativa y exigente con la arquitectura. Así podrá lograrse el cambio cultural que requiere la práctica profesional cada vez más global, pero fuertemente condicionada por la identidad regional.
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