Juan Álvaro Montoya


Ni la más arriesgada pitonisa se atrevería a predecir el futuro de la tasa de cambio en Colombia. En ella ejercen presión múltiples factores que la mueven con el tintineo de las campanas de las noticias de cada día. La situación en Oriente Medio, la política monetaria establecida por la Reserva Federal de los Estados Unidos, la pandemia de covid y hasta las candidaturas presidenciales inclinan la balanza de acuerdo con las circunstancias.
Para quienes generan ingresos en divisas extranjeras estos son tiempos dorados. Con una tasa de cambio cercana a los $4.000, sus ingresos en pesos se han duplicado en los últimos 6 años al pasar de $1.926 el 1 de enero de 2014 a $3.988 el 10 de agosto de este año. Este brusco movimiento que representa un incremento del 107%, contrasta con un aumento de la inflación del 29% que se traduce en un aumento real del 78% en los ingresos. Dentro de los beneficiados se ubican, lógicamente, los exportadores y los receptores de remesas desde el exterior que se encuentran gozando de las mieles que comporta esta escalada.
Pero la mayoría de los colombianos se hallan ubicados en el extremo opuesto. Para el ciudadano de a pie, que no exporta, que no tiene empresas en los Estados Unidos o Europa, que no genera ingresos en monedas extranjeras y que debe sustentar su mesa con pesos que se extinguen tan rápido como llegan, lidiar con un dólar de 4 mil pesos es una verdadera tragedia. La divisa norteamericana rondando esta cifra significa el encarecimiento de productos que son fabricados o cuya materia prima proviene del extranjero o se encuentra ligada al petróleo como fertilizantes y abonos necesarios para la agricultura, electrodomésticos, prendas de vestir y hasta los computadores personales que son requeridos en tiempos de pandemia. Pero la crisis de la moneda colombiana no solo se siente en productos no esenciales. Según el Dane, el 19% de los productos que componen la canasta familiar son importados, dentro de los cuales se ubican carnes, pescados, lácteos, legumbres y hortalizas.
Las consecuencias de esta debacle no se percibirán de inmediato pues tardan entre 3 y 9 meses en sentirse mientras el aparato económico absorbe los productos y servicios que son transados a esta nueva tasa de cambio. En otros términos, el gobierno nacional no podrá cantar victoria en su lucha contra la inflación pues el comportamiento de la moneda verde la ha impulsado hacia arriba hasta llevarla desde un 1,60% en enero a un 3,97% en Julio.
Pero no todo son nubes en el horizonte. Nuestra economía se encuentra creciendo a buen ritmo y la reforma tributaria avanzando en el Congreso, lo cual redundará en una mejor calificación de la deuda pública colombiana elevándola de nuevo a grado de inversión. Con este avance se puede considerar un descenso en el precio de la moneda verde y traerla de nuevo a niveles de $3.000, lugar donde los analistas la observan si se introducen los cambios necesarios en la política fiscal nacional.
El camino que debemos seguir para lograr la estabilidad cambiaria no es fácil. Acompañar la reforma tributaria, estimular las exportaciones no minero energéticas, estabilizar las finanzas de la nación, avanzar en los esquemas de vacunación que permitan poner nuestra economía al 100%, son metas en el corto y mediano plazo que deben fijarse para evitar que la situación continúe deteriorándose.
Nota final: A pesar de los múltiples factores que mueven el precio de la divisa norteamericana, el anuncio de la candidatura presidencial de Alejandro Gaviria trajo una merecida calma a la volatilidad intrínseca de los mercados. Con mayores opciones sobre la contienda electoral se disipa el temor de un gobierno socialista en nuestro país.
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