¡Que maravillosa es el alma! Habita en nuestro interior, la sentimos, la percibimos,es un aliento de vida que nos impulsa y detiene, es el soplo divino que posibilitaeste corto tránsito terrenal, es el motor de los días y el reposo en la noche, es la compañera que nunca nos abandona, es ese yo interior que repite a cada momento la ley natural que rige la existencia. Somos ella y ella nosotros. Es ununo indivisible que nos hace humanos.
El alma es un continuo despertar que tiene gigantes que la doman, motivan, acallan o impulsan para hacer de ésta una experiencia única. Se debate en los extremos que le da la ley de los opuestos según sea determinada por los gigantes que la acompañan.
Emilio Mira y López, en su magistral obra “Cuatro gigantes del alma” describe elimpacto del miedo, la ira, el amor y el deber en la conciencia humana. De ellos sehablará en próximas páginas. Hoy nos compete referirnos a dos determinadoresde estos cuatro gigantes: La razón y la pasión.
Para comprender estos dos gigantes, debemos analizar su génesis. El proceso deconstrucción y definición de la personalidad inicia desde el vientre materno al cual estaremos ligados durante toda nuestra vida finita. El yo interior, impetuoso y fuerte, nos recuerda que el anochecer llama la mañana; la llegada afirma queluego nos encontraremos con la partida; la compañía nos recuerda que existe la soledad, la música duerme en el silencio; el fuego descansa en el frío del hielo.
De niños despertamos a un mundo vestido de magia y encanto. Todo produce fascinación, desde el fantástico vuelo de las aves hasta el lento andar de los abuelos. Los primeros conocimientos se confunden con elementales emociones que sin saber cómo, comienzan a formar un carácter que a pesar de muchastransformaciones nunca obtiene una forma definitiva. La infancia es recordadapara siempre como un hermoso retrato del desmedido amor materno, el calor de hogar, la absoluta sensación de seguridad y protección que sólo la familia puede brindar. Ella será siempre la evocación de la felicidad.
De adolescentes despertamos a las primeras manifestaciones de la pasión y la razón. Ambos son gigantes del alma que construyen o destruyen todo lo que tocan. La razón es fuerza que frena, móvil que detiene, la punta que indica ellímite, marca que señala la meta. La pasión es el poder divino que motiva, fuego que inspira, fuerza que lucha, corazón que ama, mirada que domina, manos que acarician, cuerpo que vibra es, en suma, una llama devoradora que consume a su  paso y rehace vidas de cenizas dispersas en aquello que llamamos“experiencias”. La pasión es la batalla y la razón es la victoria, la una es el combate y la otra el entendimiento del por qué. Una representa la cordura y laserenidad, la calma y el camino, la difícil tarea de tomar partido y el locoencuentro con la realidad. La otra por su parte simboliza el ímpetu de una vida que se abre a sus propias decisiones, el delirante sueño de los sueños, el amor yla belleza.
Pasión y razón definen la existencia. La primera moviliza con bríos de potro, la segunda detiene con el frío cerebro de la cordura. Aquella nos invita a enamorarnos sin freno, a abandonarlo todo, a quemar el deseo interior que desea consumirse con voracidad. La última nos detiene, nos hace pensar, nos invita a la reflexión, nos lleva a espacios tranquilos donde la paz interior se hace tangible,palpable, perceptible.
Estos dos gigantes nos acompañan sin pausa. Día y noche son inseparables que se movilizan y confluyen o se distancian en ocasiones. Una y otra hacen parte de un equilibrio que se debe encontrar para hacer de estas nociones metafísicas,experiencias perceptibles en una vida ordinaria. Este punto medio es la aspiraciónideal, la meta, el galardón que perseguimos porque, como lo dicen las abuelas, “ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre”.