Juan Álvaro Montoya


La adquisición de Sura y Nutresa por parte del grupo Gilinski ha reflejado una novela de terror para los pequeños inversionistas, pensionados y ahorradores de Colombia. El valor de las acciones se ubica por debajo del valor real y no existe una política del gobierno que dinamice el mercado de valores.
En la actualidad los grandes jugadores en las plazas bursátiles del mundo son los fondos de pensiones y los fondos de inversiones. Con ingentes recursos de capital, se ven llamados a rentabilizar el peculio de sus miembros mediante la administración de dichos recursos por los cuales cobran una, nada despreciable, comisión anual.
En Colombia tenemos dos sistemas pensionales: régimen de prima media con prestación definida (RPM), administrado por Colpensiones y régimen de ahorro individual con solidaridad (RAIS), administrado por los fondos privados de pensiones. Cada uno de estos fondos recibe de manera mensual los aportes de miles de trabajadores que ven en ellos las alcancías que les servirán de sustento para la vejez. Desde luego, estas instituciones están avocadas a la administración de dichos recursos y a la maximización de sus utilidades en beneficio de sus ahorradores. De acuerdo con la información reportada por Asofondos (entidad que agremia a estas instituciones), en 2004 existían 2,2 millones de cotizantes en el RAIS y 1,9 millones de cotizantes en el RPM. Mientras Colpensiones que administra el RPM se ha quedado rezagada en el incremento de cotizantes que a octubre de 2021 reportaba 2,5 millones (casi la misma cifra que en 2004), los fondos privados han realizado una magnífica gestión en beneficio de sus accionistas – que no son lo mismo que sus afiliados -, pues en 18 años prácticamente han triplicado el número de aportantes activos.
Allí es donde los intereses se entremezclan y los objetivos se confunden. Los fondos privados de pensiones en Colombia como Porvenir o Protección, pertenecen a las mismas empresas que conforman los emisores del mercado de valores nacional como Bancolombia, Sura u Organización Luis Carlos Sarmiento Angulo. Es decir, se compran entre ellos. Aunque su administración es independiente, obedecen a las directrices de una casa matriz que parece tener como propósito concentrar el mercado para obtener la mayor cantidad de participación al menor precio posible.
Con esto en mente se entiende la razón por la cual las acciones en Colombia, todas en general, se encuentran subvaloradas, pues ello ha permitido a los fondos de pensiones administrados por conglomerados financieros nacionales y a terceros con intereses cruzados, adquirir con dinero de los trabajadores colombianos y a precio de ganga, otras empresas que cotizan en bolsa. Mientras ello sucede, los afiliados a los fondos privados ven decrecer sus ahorros cada año, toda vez que las empresas en las cuales se encuentran invertidos sus recursos se mantienen presionadas a la baja.
Pero debemos ser justos. La falla no se origina en una práctica ilegal o irregular. Por el contrario. Todo el esquema del mercado de valores en Colombia se encuentra sobrerregulado, limitando el ingreso de nuevos actores mediante una serie de normas que establecen requisitos de difícil cumplimiento para la mayoría de las empresas nacionales. Este yerro comporta una asimetría que no ha sido corregida y pareciera no tener intensión de serlo. Ante la escasez de participantes en las operaciones bursátiles, son unos pocos los que determinan el precio al cual se compran y se venden los títulos y, desde luego, el valor intrínseco de las compañías.
Varias iniciativas deben evaluarse para hacer del nuestro un escenario atractivo para inversionistas nacionales e internacionales. El irracional plazo de cumplimiento de las operaciones bursátiles es de T+3 que carece de sentido en un mercado totalmente digital, la prohibición de las operaciones intradía y la falta de incentivos tributarios para los inversores son verdaderos escollos que frenan la iniciativa privada y general en estos mercados.
Una vez que se superen las barreras establecidas legalmente, existirán nuevos participantes en un lánguido comercio que hoy daña mas de lo que beneficia. Entonces comprenderemos cuánta razón tienen las palabras del Nobel Indio Amartya Sen al expresar que “El debate real con respecto a la globalización, finalmente, ni tiene que ver con la eficiencia de los mercados, ni con la importancia de la tecnología moderna; la cuestión sometida a debate es, más bien, la existencia de desigualdades de poder”.
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