José Jaramillo


Si la política es el arte de gobernar, hacerlo en los tiempos que corren, en Colombia y en cualquier parte del planeta Tierra, se ha complicado por múltiples razones. Para aterrizar en esta patria por la que hemos “sufrido y padecido tanto”, como dijo el señor Marroquín, tan mal poeta como gobernante, y para arrancar con la primera estación del calvario, en apenas 80 años la población se ha casi triplicado. Por fortuna, elementos fundamentales para cubrir ese crecimiento, como educación, servicios básicos, salud, vivienda y producción agrícola, manufacturera y energética, no se han rezagado demasiado. Los gobiernos, si se hace un balance objetivo, en esos mismos 80 años arrojan resultados positivos, a pesar del fantasma de la violencia, que parece incrustado en las costumbres ciudadanas, mientras todos a una reclaman la paz. Algunos, dizque con “legalidad”, sin definir qué quiere decir eso.
Colombia es un país de regiones, cada una con características socio-políticas y económicas diversas, no obstante lo cual el sistema político-administrativo está centralizado. La autonomía de los departamentos es relativa. La lógica de una integración en asuntos vitales, como servicios públicos, desarrollo económico, infraestructura vial y otros, en sectores con características similares que pueden manejarse conjuntamente para alcanzar mayor eficiencia y simplificar costos y esfuerzos administrativos, no prospera por sutilezas politiqueras y posturas egocéntricas de mandatarios locales. En el departamento de Caldas, con muy buen criterio, un gobernador de alto perfil ejecutivo creó unos distritos agro-industriales entre municipios vecinos de características semejantes, que no trascendieron su mandato. Intentar lo mismo en todo el país, entre regiones, en las que priorizan intereses inconfesables de gamonales, contratistas, mafiosos y grupos criminales, sería “obra de romanos”, cuando Roma estaba en la cumbre de su grandeza. Ahora, “ni’an eso”, como dicen los rudos campesinos.
Sin embargo, los gobiernos, si quieren grabar sus nombres con letras de molde en las páginas de la historia, una vez elegidos y posesionados, con un mandato en la mano de término fijo, deben mostrar su talante y sacudirse la influencia de quienes los patrocinaron y dedicar sus esfuerzos a ganarse el pueblo con hechos reales en su favor, sin consultar intereses mezquinos para conquistar futuros éxitos electorales a favor de terceros.
-Sí, Presidente, es con usted; está a tiempo. Pase a la historia por ser útil a su pueblo, y por sus medios, y no al anca de caballo ajeno.
Mi libro “Monólogos de Florentino. Reflexiones de un ideólogo empírico” adquirirlo en Librería Ágora (Palermo), Papelería Palermo (Palermo), Librería Odisea (Centro) y Droguería Milán (Alta Suiza).
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015