José Jaramillo


La dirigencia colombiana, y la de Latinoamérica, en general, parece que camina en reversa, como la vieja canción que decía “un pasito para adelante, y otro para atrás”. Quienes aspiran a cargos de mando y dirección (del sector público, porque el privado es un cuento distinto), carecen en absoluto de un plan de desempeño que busque la superación de la población que aspiran a regir, porque prevalecen los intereses mezquinos y el afán de lucro. Prima sobre la sabiduría la información. Se impone sobre los valores el oropel de las cámaras y los micrófonos. Los objetivos de quienes ascienden al poder miran hacia proyecciones personales futuras, para sí y para amigos y familiares; nunca a la superación de los grandes problemas de la sociedad. Los altos mandos económicos y políticos disfrutan de los alamares del cargo, de viajes, vida social, altos salarios, seguridad, etcétera, pero las tareas las realizan los mandos medios, que son fichas políticas y ostentan un poder decisorio privilegiado. En fin, hay mucho más que decir al respecto, pero mejor es mirar hacia soluciones futuras, que llorar sobre leche derramada.
En esta columna se ha insistido, casi hasta la cantaleta, en que la paz y la seguridad ciudadana son indispensables para fundamentar la prosperidad sobre bases sólidas. Si se quiere llegar a la autosuficiencia alimentaria, que es absolutamente posible, se debe comenzar por garantizar la paz en los campos, que sólo se logra con negociaciones políticas, porque la acción militar es ineficiente y costosa, así se opongan los ideólogos y estrategas que proponen la guerra mientras almuerzan en el Club El Nogal, y sus hijos estudian en el exterior, como dijo la senadora “fastidio”, para justificar que la guerra la hagan los hijos de los pobres. Mejorar la infraestructura vial, para que el transporte sea eficiente y a bajo costo. Racionalizar las aguas corrientes a través de canalizaciones bien diseñadas, para evitar catástrofes por desbordamientos, derrumbes e inundaciones. Implementar la tecnología necesaria para mejorar la productividad, sin agredir el medio ambiente. Optimizar la producción de complementos agrícolas, como abonos, fungicidas y otros, que los “cerebros” financieros prefieren importar, para cumplir compromisos comerciales con multinacionales y favorecer a comercializadores nacionales. Y controlar la expansión latifundista, especulativa y estéril.
La educación debe imponer un estilo formativo en valores, más que la dependencia de recursos audiovisuales, de imposible implementación en la mayor parte del territorio nacional, con maestros capacitados y bien remunerados y estudiantes sanos y bien alimentados. Disponer recursos del presupuesto nacional para infraestructura educativa, alimentación escolar, atención médica a estudiantes y selección de docentes, y ponerlos en manos de mandos medios corruptos, y éstos entregárselos a contratistas “amigotes”, es botar la plata.
Lo que han escuchado los colombianos durante la campaña presidencial del 2022 es una sarta de inmediatismos sin vocación de futuro, porque el objetivo de los candidatos, y de quienes los inspiran y apoyan, es ganar las elecciones, para lo cual, como en la lucha libre, todo vale. Incluidos los golpes bajos.
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