José Jaramillo


La carta encíclica del papa Francisco (Fratelli Tutti. Ediciones Paulinas, Colombia, 2020) ha provocado controversia, lo que es normal. Sin embargo, los jerarcas religiosos tienen derecho a opinar sobre asuntos políticos, para conducir a sus feligreses por el buen camino. Otra cosa es que cogobiernen y se amanceben con el poder. El desprestigio de los políticos no tiene nada que ver con la política como “el arte de gobernar”. De ahí que sean pertinentes opiniones de Francisco como que “ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo”. Y agrega: “No existe peor pobreza que aquella que priva del trabajo y de la dignidad del trabajo”. (Ib. Pg. 107).
Los políticos han desviado la necesidad del trabajo de sus objetivos de supervivencia y productividad, hacia una forma sutil de esclavitud con fines electorales. Igual cosa sucede con el asistencialismo, que busca favorecer a los más débiles y la intermediación política lo desvía hacia sus bolsillos, como se ha visto con programas como la alimentación escolar. Al respecto de la caridad afirma Francisco: “Si alguien ayuda a un anciano a cruzar un río, y eso es exquisita caridad, el político le construye un puente, y eso también es caridad. Si alguien ayuda a otro con comida, el político le crea una fuente de trabajo, y ejercita un modo altísimo de la caridad que ennoblece su acción política”. (Ib. Pg. 125). La educación, igualmente, “debe estar al servicio de cada ser humano para que pueda ser artífice de su destino”. (Ib. Pg. 126). Y no utilizarse con fines políticos a través de becas y otros estímulos.
Estas reflexiones aspiran a servir para que los electores seleccionen a sus representantes en el gobierno y en los órganos legislativos sin dejarse seducir por “sonajeros y estampitas”, como hicieron los conquistadores europeos con los aborígenes, mientras les rapaban sus riquezas. Dice Francisco: “El político es un hacedor, un constructor con grandes objetivos, con mirada amplia, realista y pragmática (…)”. Y agrega: “Las mayores angustias de un político no deberían ser las causadas por una caída en las encuestas, sino por no resolver efectivamente el fenómeno de la exclusión social y económica”. (Ib. Pg. 127). El tema da para mucho. Pero vale la pena rematar con una sentencia lapidaria de Francisco: “(…) cuando la especulación financiera condiciona el precio de los alimentos tratándolos como a cualquier mercancía, millones de personas sufren y mueren de hambre”. (Ib. Pg. 128).
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