José Jaramillo


Los males individuales y colectivos tienen, además de las consecuencias directas e inmediatas, efectos secundarios o colaterales. La pandemia que golpea a la humanidad desde hace más de un año, con las muertes y el desquiciamiento social y económico que ha causado, está provocando desórdenes mentales en algunas personas, de lo que no se habla en los medios, pero no es despreciable. A lo que en Colombia hay que agregarle paros, vandalismo, marchas de protesta y taponamiento de vías vitales para el normal funcionamiento del país, además de males inherentes, como desabastecimiento de elementos esenciales, confinamiento forzado, restricción de mercados, etcétera.
Según terapistas mentales, las clínicas psiquiátricas, como las camas UCI, están al tope de su capacidad, especialmente ocupadas por personas mayores a las que el confinamiento para cuidarse del contagio del virus o por el temor a salir de sus residencias por las pedreas, los gases lacrimógenos y el cierre de las carreteras en sitios estratégicos para movilizarse, las tienen en niveles elevados de estrés. Los ancianos, sometidos al encierro forzado, sin poder asistir a las tertulias con sus amigos, a hacer compras o, simplemente, a caminar; y por la intranquilidad por los riesgos a los que se someten los familiares cercanos, que por fuerza de las circunstancias o por necesidad laboral o de otra índole tienen que salir de casa, acusan niveles preocupantes de angustia en los abuelos.
Igualmente, los niños y los jóvenes, obligados a permanecer en sus casas sin contacto con los amigos y compañeros de juegos, asistiendo a clases virtuales, sin participación personal, con profesores fantasmas y confinados al entorno hogareño, que a ellos y a padres y hermanos se les vuelve monótono, apenas con la rutina de pasar del computador o la tablet al televisor, se afectan psicológicamente, al punto de alterar su conducta, las relaciones intrafamiliares y el normal funcionamiento de sus mentes.
De lo anteriormente dicho no se dice nada en los noticieros, ni se reseñan estadísticas en los indicativos de salud y menos se ocupan de esos traumas los altos cargos del Estado, a quienes sólo les preocupan los efectos negativos que la pandemia y el despelote del orden público puedan tener en la productividad, el empleo, los costos fiscales, la calificación de los analistas de riesgo crediticio, la opinión internacional sobre el país, los resultados de las encuestas sobre favorabilidad del Gobierno y los efectos de la situación sobre las elecciones de 2022. Que los colombianos se chiflen, es irrelevante. Lo trascendental es el sube y baja de los grupos políticos y la posibilidad de que Colombia vaya hacia la derecha o la izquierda, al vaivén de lo que decida la estupidez de los votantes en las urnas.
“Monólogos de Florentino. Reflexiones de un ideólogo empírico”: Librería Ágora, Palermo; Papelería Palermo; Droguería Milán, Alta Suiza; Librería Odisea, centro.
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