Jorge Raad


El ejercicio de la medicina es cada vez más complejo. Las diferencias son abismales con el ayer, pero conservando siempre varios principios mencionados por Hipócrates y luego adicionados por otros, que llevan a determinar conductas obligatorias para cada persona que ostente el título de médico.
Otras normas son optativas, pero su cumplimiento enaltece al profesional que las acata sin protestarlas ni alardear de ellas porque las considera como una expresión sincera de su compromiso para con los demás, incluyendo sus colegas.
Desde los médicos universales, que atendían todos los pacientes independientemente de los problemas que los aquejaban, se fue pasando paulatinamente a los especialistas, primero en temáticas esenciales y luego éstas se ampliaron hasta la cantidad inmensa actual, que llega a la cuarta división, fragmentando el ejercicio de la medicina hasta mínimos temáticos y profundidad insospechada. Y la tendencia continúa imparable.
Las razones para estudiar una especialidad médica aparecían luego de haber ejercido la medicina general al menos un año. Ahora, desde mucho antes de entrar a las asignaturas teórico-prácticas del último año, ya han definido sus intereses con la intención de dedicarse a una determinada rama.
El médico moderno avanza más allá de la especialidad y llega a optar por maestrías y doctorados, hasta escoger y cursar una segunda y tercera profesión.
La residencia médica, actual nombre anacrónico, exigía una total dedicación de quien deseaba obtener un título de especialista. Era una preparación intensa y completa, porque se esperaba que quien fuera a ejercer una especialidad debía tener los máximos niveles de conocimientos, destrezas en grado superlativo, arte sin límite y ser una persona que se ajustara, sin la más mínima duda, a los postulados tradicionales de la medicina.
Los años de residencia, muy diferentes a los de pasantías cortas en el exterior, fueron cada vez más difíciles, aunque eran compensados por la inmensa vocación y el deseo ferviente de ser especialista.
Desde finales del siglo XIX, se fueron imponiendo las Escuelas que determinaban la calidad del residente, en todos los sentidos. Era una seguridad para la sociedad que alguien que se anunciara especialista de una determinada facultad, podía brindar a su paciente lo mejor, siempre y cuando dispusiera de los recursos modernos. Muchos inventaron o hicieron adaptaciones maravillosas que ahora hacen parte de una historia extraordinaria.
Las residencias eran cada vez más exigentes, tanto con la selección de los médicos como en el cumplimiento de los programas. Sus profesores tenían en algunas instituciones un régimen parecido al militar. La disciplina era proverbial.
El sábado pasado, El Tiempo publicó una nota sobre los tratamientos dados a los médicos en período de residencia en instituciones de los Estados Unidos, derivada de un estudio-encuesta, que apareció en Journal American Medical Asociation, JAMA, sin citar fuente específica pero quizá corresponde a: Percepción de acoso entre Residentes de Medicina Interna.
Igualmente referenció, a través de la presidente de la Asociación de Médicos Internos y Residentes, que en Colombia suceden hechos que atentan contra el residente como son el acoso sexual y laboral y, que otros han expresado que se induce miedo; se establecen atropellos que menoscaban la dignidad del médico estudiante; se abusa verbal y físicamente de ellos y también se discrimina por el origen regional y género. Se identifica una situación grave.
Es preocupante, como lo afirma la publicación original, el impacto del futuro especialista sobre la sociedad que va a atender o sobre quienes va a formar.
Lo anterior se resuelve cuando las Escuelas de Medicina sean verdaderos centros de formación y no una reunión de segmentos muchas veces sin coordinación en aspectos esenciales. Hay que respetar la personalidad de todos, pero no puede entenderse como una autorización para hacer demostraciones que no favorecen a nadie.
Finalmente, el residente, la universidad y el centro asistencial tienen un compromiso aceptado libremente para que todos se beneficien de esta asociación, la cual finalmente va a cuidar de los derechos de la sociedad.
Nota: Manizales, una ciudad universitaria desde principios del siglo XX.
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