Jorge Raad


Desde que el ser humano comenzó el camino de su evolución ha tenido diferentes maneras de pensar sobre él, sobre quienes están cerca y el entorno.
La vida ha sido muy diferente desde hace 300 mil años, el dato más reciente sobre la existencia de los primeros seres humanos en África, así como el hallazgo hace poco tiempo del Homo sapiens sapiens más antiguo fuera de este continente, localizado en Israel en las laderas del Monte Carmelo y quien se supone vivió allí hace 175 mil años.
La manera de pensar y vivir del ser humano no tendrá límite en el tiempo, cambiará según las tradicionales circunstancias de tiempo y lugar. De tal manera que para pretender la uniformidad del actuar en el futuro, este tendrá que estar subyugado al avance de la tecnología, hasta lograr determinadas maneras de existir, y el mejor ejemplo son las comunicaciones, por su versatilidad y universalidad.
No es fácil el cambio de pensar de los miembros de una comunidad. Con el tiempo, con los nuevos hechos y con la presencia de seres humanos de otros núcleos, ellos van transformando su manera de enfrentar individualmente la vida cotidiana a través de sus necesidades en diferentes aspectos, de sus ilusiones y de su manera de relacionarse con los demás.
El mismo ser humano, en un ambiente rígido en todos los sentidos, va modificando su manera de pensar hasta lograr la transformación que él desea, para lo cual establece alianzas con sus semejantes cercanos, y no es absurdo creer que lo podrá realizar con distantes personas.
Todos los seres humanos tienen el derecho inalienable a pensar y a creer en lo que a bien tengan, aun sí están limitados por grilletes de cualquier clase.
Paralelamente, el ser humano ha conocido desde la antigüedad las actividades conocidas ahora como deportes aunque en épocas pretéritas los indígenas de América jugaban a la pelota como parte de un ritual que terminaba con la muerte de sus actores, paradójicamente moría quien ganaba para lo cual habían sido formados durante la vida.
El deporte ha llegado a ocupar un lugar importante en la vida de los colombianos, inclusive como terapia preventiva o de rehabilitación. Hace varias décadas la ubicación social del juego era de menor valía, otras actividades lo superaban a mucha distancia. Quizá la asignatura de educación física en los colegios, un contrasentido, rescataba las diferentes formas de ejercitarse y de estructurar la psiquis.
Sin embargo, entre todos los ejercicios había uno que se aprendió en la casa desde la infancia y era la famosa Vuelta de Canela, una maroma en la cual apoyado inicialmente en las manos el cuerpo giraba libremente 360 grados y quedaba como si nada hubiera pasado, y cuando tenía practica ni se despeinaba.
La canela, la especia oriental con indicaciones medicinales, tiene forma de rollo. Supuestamente de allí derivó su nombre el juego infantil.
Ahora gobernantes, directivos, políticos, académicos y simples ciudadanos practican una actividad del diario acontecer simulando la Vuelta de Canela. Ante una determinada circunstancia lo que hacen es girar para volver a quedar en iguales condiciones, y algunos logran mejorar la posición o parapetarse.
Los principios quedan hechos añicos ante una vuelta de éstas en donde lo que es en un instante, al siguiente no lo es. Para estas maromas se necesita que la persona medite despacio los factores a favor y quizá algunos analicen los que serán desfavorables para la meta final.
Quien hace el espectáculo circense una vez, tiene una elevada probabilidad de hacerlo nuevamente, una o varias veces. Cuando se pierden las convicciones y ellas se cambian por un maravedí, la sociedad y sus líderes entran en una cuesta descendente en el que domina el lema “todo se vale”.
Los expertos en Vuelta de Canela no tienen vergüenza y explican sus actuaciones como si todos los demás fueran deficientes mentales, y además no toleran que otros la hagan.
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