Tres palabras: Líder, liderar y liderazgo, bajo sus diferentes acepciones y connotaciones, dominan en la actualidad las maneras de entender la capacidad de dirigir al ser humano bajo una infinidad de acciones no siempre fáciles de agrupar. Puede decirse que cuando se reúnen dos o más personas surge entre ellas una que bajo normas, en la inmensa mayoría de las veces no escritas, toma la dirección que implica la conducción general del grupo, o solamente en uno o varios aspectos especiales que son del interés general.
El hecho no es exclusivo de las personas. En los animales existe similitud de comportamiento, en especial entre los primates en donde puede confundirse con la dominación dada naturalmente por el sexo. El líder los conduce para la búsqueda de alimento, protegerlos de otros grupos o especies, evadir las inclemencias del tiempo, evitar las dificultades geográficas y para la perpetuación de la especie.
¿El líder nace o se hace? Para contestar la pregunta se debe analizar que lo primero que debe aflorar es la disposición natural determinada por una serie de hechos encadenados que lo va preparando desde la vida fetal, por ello hay líderes naturales que ejercen su función en donde se encuentren y no necesitan que los elijan o señalen, asumen su función necesaria de una manera sencilla y todos los que se agrupan alrededor de él acatan su poder, porque sin duda alguna lo posee y lo utiliza a su leal saber y posibilidades, sin la más mínima sombra de corrupción.
Otros, que han demostrado sus capacidades, ingresan a las escuelas de líderes, en donde los forman para ejercer su función de acuerdo a los delineamientos modernos que implican la responsabilidad de tener en su haber la conducción autónoma de grupos de personas, quienes pretenden el logro o la conservación de necesarios eventos materiales o mentales o espirituales.
El ser humano por sí mismo imprime en sus incontables obras el valor indispensable para lograr al menos en una de ellas, bajo su dirección, una preeminencia que la distinga de otras y por lo tanto la transforma en líder. Organizaciones de toda índole tratan de destacarse con fines diversos, en una tierra en donde los habitantes son sometidos a la fuerza del poder desde sus múltiples facetas.
Por ello cabe una profunda queja cuando el bienestar de las personas, que debería ser natural y universal, se ve comprometido por la incapacidad del Estado a través de sus gobiernos y la ausencia de líderes.
Hoy el gremio de los médicos en Colombia carece de líderes. ¿Los habrá tenido alguna vez? Médicos que lideren a los demás en la búsqueda y obtención de fines que le permitan una vida y ejercicio profesional dignos, no avasallados ni por el gobierno ni por las entidades y, en ocasiones, por conductas de pacientes. 
No puede confundirse la presencia de preclaros médicos en los gobiernos, el Congreso, las direcciones de instituciones de salud, las entidades académicas, o en las tímidas organizaciones gremiales, con la necesidad urgente de que los médicos cuenten con líderes verdaderos que rebasen la coyuntura y la comarca.
Tampoco los médicos deben buscar o tolerar un supuesto liderazgo que se aproxima más a una campaña política disimulada. Indudablemente, los médicos colombianos necesitan de la presencia de colegas que ejerzan funciones políticas decentes, o al menos que tengan su representación abierta y eficaz en los organismos de poder en el país. El silencio y la resignación, absurda pero entendible, han dominado, a pesar de temporales logros, al gremio durante muchas décadas.
Los gremios deben ser organizaciones universales, donde concurran todos los médicos sin distinciones, con la fortaleza de la unidad en temas cruciales se pueden obtener muchos logros. Hoy en el gremio, vapuleado por todos lados, la omisión ha imperado en medio de una absoluta insolidaridad, que en ocasiones lamentablemente compromete principios, que como todos ellos deben ser respetados por todos, en este caso por quienes hayan jurado ser médicos.