Jorge Raad


Todas las personas pueden cambiar su pensamiento sobre los tópicos más disímiles, ese es un derecho inalienable que le será permitido mientras su mente sea capaz. Las ideas y reflexiones están condicionadas en cada persona por sus conocimientos, intereses y factores externos que inciden en su discurrir a lo largo de su vida.
Una persona puede ser instruida o no. Sin embargo, su capacidad mental no tiene límites pudiendo vivir en plena y permanente elaboración psíquica durante todos los años de su existencia. El paso siguiente a las ideas es la acción. Sus vivencias, mentales o espirituales, se acompasan en lo actual, lo próximo o el futuro a una individualidad que debe ser respetada mientras no lesione a los demás ni en lo leve ni en lo grave.
Un ser humano que piense en A y actúe en correspondencia a esa determinación es merecedor de la más absoluta consideración siempre que no atente contra la vida y la dignidad de quienes lo rodean o se encuentren en la distancia a su merced. Posteriormente, por motivos que sólo le competen a él, en no pocas ocasiones inducido, puede cambiar su pensamiento a B y obrar de acuerdo a su nuevo criterio, sea este cercano o totalmente contrario a lo asignado como A.
Igualmente, puede seguir de pensando de C hasta Z, sobre idéntica materia, y, llegando a la última letra indicadora puede regresarse cualquier otra posición transitada previamente, incluyendo su particular y correspondiente actividad, si le alcanza la vida.
El comportamiento, A-Z, en política se denomina ahora Política Dinámica, ¡un buen eufemismo!. Es comprensible que las personas transiten todo el abecedario al derecho y a la inversa, inclusive es entendible que una persona o grupo anduvieran en una ambigüedad sin límite. A lo que no tienen derecho es a confundir o engañar conscientemente a los demás.
¿Por qué pasó de A-Z? Existen muchas explicaciones, cada quién puede expresar las suyas. Una de ellas es el imperativo de la emoción sobre la razón, sin negar la de existencia de otras valederas. Cuando se decide primariamente A o Z, se debe estar plenamente seguro de esa determinación, ello evita la fuga fácil e imprevista. Es el dominio de la razón sobre la emoción.
En muchas otras actividades de los seres humanos ocurre lo mismo, como en religión, liderazgo, deportes o gustos gastronómicos. En ciencia sucede igual pero es frecuente internamente este deambular de tesis en tesis, aunque hay ejemplos que producen al menos perplejidad, sin lograr aferrarse a una verdad demostrable y repetible.
La medicina, a través de la Historia de la Medicina, es abundante en ejemplos de la variación en el ejercicio de ella, conservándose para fortuna, los principios atribuidos a Hipócrates.
Interesantes relatos, aún para los no médicos, son la base para notar la diferencia entre antier y hoy.
Las explicaciones actuales en el ámbito del ejercicio profesional, para entender la enfermedad en su verdadera dimensión son tesis modernas que no pasaban por la imaginación del más aventajado médico de mediados del siglo XVIII, luego de 180.000 años de existencia del Homo sapiens.
Ejemplos sencillos: Hace pocos días recordaban 100 años del anuncio que recomendaba el ácido acetil salicílico, Aspirina, como medicamento de elección para curar la influenza. Desde la década de 1980, está proscrito en este padecimiento.
El alcohol, etanol, fue el microbicida por excelencia. Hoy se comporta en cientos de casos como un líquido inocuo.
Se debe disminuir a 40 años la edad para diagnóstico precoz del cáncer de colon y recto y lo más temprano posible el cuello uterino, exclusivamente por encima de 25 años es un riesgo innecesario.
Los barberos eran cirujanos. Ahora los cirujanos son médicos completos con bases clínicas relevantes.
La robótica en medicina era impensable en 1800. Hoy, es un hecho con amplio futuro para determinadas áreas.
Se regresa al humanismo porque debe entenderse que el ser humano es quien decide por sí o por evolución el futuro de la especie, en donde afirmar o negar es una cosa y otra muy diferente hacer o no.
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