Jorge Raad


La exigencia actual son los resultados. Los seres humanos y las máquinas, productos de ellos, tienen la imposición, dada por la sociedad, de obtener permanentemente logros para beneficiar a las personas quienes de diferente manera se aprovechan de la acción de un sujeto o grupo de ellos.
Naturalmente, los resultados pueden ser buenos o malos. Y como lo predican quienes actúan, lo bueno para unos puede ser nocivo para otros. Lo ideal, cada vez más distante, sería que toda obra de los seres humanos beneficiara a todos, aunque en diferentes escalas.
La búsqueda del bien y la averiguación del mal han dado lugar a extensos e innumerables documentos, producidos por el intelecto a través de la presencia del ser humano desde que él puede expresarse y ser entendido. Todos quieren hacer el bien según sus propios códigos, no siempre justos. A algunos sus perturbaciones no les permiten la claridad mental ni la disposición personal para diferenciar el bien del mal, y otros, más de lo que se espera, son conscientes y accionan para producir el mal, premeditada y alevosamente.
Se hacen infinidad de acciones en búsqueda de resultados, se hacen otras para demostrarlos y otras más para aparentarlos, por corto o largo tiempo, hasta tienen la oportunidad de convertirse, paradójicamente, en modelos de otros seres humanos.
El exministro Mauricio Cárdenas ha expresado que con las regalías provenientes de recursos no renovables, el Estado puede financiar la salud y la educación, él separa la nutrición como una tercera acción. Sin embargo, dentro del concepto de salud deben incluirse la nutrición y otras actividades necesarias más allá del componente asistencial.
La tesis es atractiva, en cuanto puede solucionar muchas necesidades en éstas áreas que merecen se les entreguen recursos para lograr una sociedad mejor. Ello beneficiará a todos sin distinción, porque los problemas de salud y educación no son unipersonales, ni unifamiliares, ni de un solo grupo social. A través de educación y salud, la relación es de todos con todos, pero esto no lo han entendido.
En salud y educación las labores prioritarias son las coberturas, dicho de otra manera, que todos las tengan como un derecho constitucional. Ese sería un resultado indiscutible y medible, sin intervención de los embustes gubernamentales o institucionales. La OMS celebró el domingo pasado el día de la cobertura universal sanitaria, atención asistencial. Realmente, Colombia no la tiene, y menos la oportunidad ni la calidad, como lo demuestra el diario acontecer.
Otro enfoque es la inversión de las regalías, que son de todos y por lo tanto pueden participar de ellas sin distinción alguna, solo se requiere de proyectos debidamente sustentados y respaldados que cubran al universo de la población colombiana en las distintas zonas geográficas, aunque no siempre producen los resultados que se esperan. Quienes las reciben para ejecutarlas tienen la obligación de no desviarlas. Lo observado a nivel nacional, confunde.
Para producir resultados satisfactorios no se necesita ocupar forzosamente un cargo administrativo, político, académico o técnico. El empleo por sí solo no procura resultados buenos, ello depende indefectiblemente de quien lo ejerce.
Las máquinas están diseñadas para producir siempre acorde a las necesidades, y cuando ello no se logra se reparan, se modifican o se desechan, así de simple. El ser humano no puede ser sometido al mismo tratamiento, salvo la recuperación de su salud que en términos prosaicos puede asimilarse a una reparación. ¿En dónde quedan las armas de destrucción masiva?
La medicina que ha sido una profesión de medios, salvo algunas especialidades, se ha desviado cada vez más a una actividad de resultados, en el diagnóstico, por el uso de la tecnología. La utilización de aparatos complejos, mejorando continuamente hasta llegar a la nanotecnología, y lo que se avizora, le indican al médico datos nunca antes observados, los cuales no puede ignorar y menos desechar. Aunque sigue siendo fundamental en las terapias y rehabilitaciones su juicio clínico.
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