Jorge Raad


Para los seres humanos la visión del mundo actual es muy diferente a aquella que lo rodeaba en las primeras etapas de su evolución. Y, lo será, como se ha expresado, distinta en los siglos venideros. Y, también como se ha anunciado, inimaginable en determinados aspectos.
Dentro de medio siglo, un ínfimo tiempo, para la humanidad, se habrán consolidado características diferentes del comportamiento humano producto de la fuerza interior de las mismas personas, de otros congéneres y del entorno.
Hoy los cambios se están dando pero ellos tienen que ser lo suficientemente integrados a la vida de las personas de una manera permanente para que perduren en el tránsito del tiempo. En todo el planeta se suceden enfrentamientos con las costumbres milenarias y hasta centenarias y puede decirse que inclusive dentro de una misma centuria como lo han demostrado los relatos y las imágenes de los últimos 100 años publicados por La Patria. No hay retorno dentro del avance de la ciencia y la tecnología al servicio del ser humano.
Las evidencias de esos cambios hacen pensar que las personas siempre quieren vivir mejor y tienen derecho a ello. No se puede olvidar el paso de la litera a la rueda, al caballar, al tren, al automóvil, al avión y al cohete. Salvo un cataclismo como lo presenta la ficción el paso adelante será inexorable.
¿Así eran los caldenses? Es una pregunta que surge cuando se observa y lee sobre los antepasados que habitaron estas tierras a partir de la Colonización Antioqueña y de la modificación, paulatina, de los hábitos. Si, así eran y se diferenciaban según las comparaciones en poco o mucho, con lo que acontecía en otras latitudes de América Latina y por supuesto, colombianas.
Actividades simples se han convertido en complejas acciones. La vida preservada dentro de un marco de respeto ha dado paso a la violencia. El simple andar se ha tornado peligroso. La palabra empeñada ha dado lugar a toda clase de incumplimientos, justificados o no.
La solidaridad de barrio y de vecinos inmediatos ha cambiado por el desconocimiento hacia los demás y apenas un ocasional y breve saludo. ¿Y, quién es? El maestro universal en su concepción humanística ha dado lugar al técnico en docencia. La conversación ha cambiado a monosílabas: Ya, no, si, y al advenedizo ok.
Con lo anterior debe reflexionarse sobre la etiqueta que se ha hecho popular determinando que la realidad actual de Colombia se convierte en la peor crisis de su historia. Es evidente que hay factores que antes no existían y menos coincidían. La epidemia vino a agravar a partir de marzo del 2020, el estado de la vida colombiana.
Desde hace varios años hay mucha incertidumbre frente a la vida nacional con el narcotráfico, la violencia, la corrupción, el desempleo, la costosa educación estatal y privada, la politiquería rampante, leyes por doquier sin cumplimiento de las mismas, y la lista es tan larga que alcanza un índice de 100, sin llegar a satisfacer a todos los colombianos.
El 90% de los columnistas, ese es su oficio, se refieren a los problemas y a las soluciones, unas tan generales que dan grima y otras de gran análisis cuyos autores debieran ser gobernantes o legisladores o asesores para que sus teorías y propuestas se conviertan en realidades. Ellos escriben, pero: ¿Quién les hace caso?
La pregunta que despierta interés e incluye esperanza: ¿Hasta cuándo los colombianos tendrán que soportar la dolorosa incertidumbre en la cual se hallan? ¿Habrá alguien en el panorama político del país que se convierta en el faro en el 2022 y refrende el proceso constitucional?
Llegará el día y se verá: El humo o la luz.
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