Jorge Enrique Pava


Es indignante la forma como la Asamblea de Caldas elude la ley y asume posiciones aberrantes que constituyen un irrespeto para la democracia, los ciudadanos, los partidos políticos y la propia duma departamental.
La mesa directiva, después de haber anunciado e invitado a la sesión donde se elegiría su nueva composición para el año 2019, decidió excluir ese punto del orden del día a la espera del fallo de una tutela presentada por el cuestionadísimo diputado Nicolás Aguilar. Recordemos que el diputado Aguilar perdió su derecho al voto por disposición del partido Centro Democrático (dueño de la curul), por sus constantes faltas que lo han llevado a enfrentar procesos penales, disciplinarios, civiles y administrativos, y por sus actitudes de felonía política que quedaron plenamente evidenciadas en la pasada campaña presidencial.
No obstante, la Asamblea de Caldas -de cuya mesa directiva hace parte el diputado Aguilar- decidió abstenerse de elegir nuevas dignidades hasta que fuera emitido el fallo de tutela que, de salir favorable (como seguramente prejuzgaban), garantizaría las mayorías necesarias para elegir a los candidatos del gusto del sancionado. Es decir, con la supresión legal del voto de un diputado, la Asamblea entera perdió su autonomía, y el poder absoluto lo adquirió el diputado suspendido. ¡Habrase visto! En ese orden de ideas, la Asamblea de Caldas no debería estar sesionando, pues si el cuerpo colegiado se siente impedido para elegir mesa directiva por la falta del voto aludido, estaría igualmente impedida para aprobar cualquier ordenanza o adoptar cualquier decisión.
Esto, en la práctica, no es más que una burla a la decisión del partido y una afrenta a los mecanismos sancionatorios contemplados en la ley. Es la elusión a una decisión legal que tiene alcance social, amparada en unas intenciones politiqueras claramente advertidas en el comportamiento manipulador de quienes han acompañado las decisiones adoptadas en este sentido.
Por eso el desprestigio de la Asamblea de Caldas. Porque actuaciones como esta, denotan la falta de escrúpulos, dignidad, decencia y deja en evidencia el contubernio mezquino que han montado para burlarse de la majestad de la justicia y de la democracia en general. Y por eso el desengaño hacia los políticos: porque individuos como Aguilar pueden llegar a manipular una corporación entera demeritando la decencia, en compañía de otros colegas que le hacen el juego y terminan lesionando la confianza del elector; porque todo indica que es quien más trapisondas haga y más argucias maneje, el favorecido por las mayorías en la Corporación.
Porque esta Asamblea está demostrando que se doblegó a la dictadura del más “vivo”; que la combinación de la falta de escrúpulos con la astucia politiquera es una fórmula ganadora; que la manipulación predomina sobre la hidalguía y las buenas costumbres.
El elector necesita saber con nombres propios quiénes fueron los artífices de este juego mezquino, e impartir la sanción social y política. Porque actos de esta naturaleza no pueden quedar impunes. La Asamblea de Caldas no puede ser el escenario donde se presenten estas burlas a la democracia como si fueran actos normales y de buen proceder.
Y a todo esto se le suma la elección del secretario general, que ha estado rodeada del mismo misterio generado en el descaro de los diputados socios de Aguilar y que les tocó, a la fuerza, implementar los mecanismos de ley para su selección. Ojalá los tentáculos de la manipulación no lleguen hasta la institución universitaria que asumirá el proceso de decantación de los candidatos a este cargo, y se elija de acuerdo con los parámetros establecidos en un juego limpio, escrutable y digno. Aunque, con todo lo que ha pasado en estos días, tengo mis serias dudas. Estamos frente a unos personajes que no tienen reatos en desprestigiar su institución, con tal de salirse con la suya. ¡Qué desvergüenza!
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