Por más que queramos abstraernos de las catástrofes de ciudad y de las tragedias que nos asuelan, es imposible hacer caso omiso de las aberraciones del clan Marín Osorio, que llegó a Manizales para apoderarse de ella, saquearla, usufructuarla y dejarla totalmente postrada y rezagada. Y es que todos los días amanecemos con un nuevo escándalo, un nuevo asalto al erario, una nueva obra improvisada, un nuevo anuncio mentiroso, una nueva versión falaz o un nuevo ridículo del alcalde Marín.
Movilizar redes sociales a través de su bodeguita verde y desinformar masivamente tratando de justificar sus perversidades, es a lo que nos tiene acostumbrados la administración Marín. Porque la mentira, la arana y el cuento forzado es el estilo de gobernar en nuestra ciudad; y la forma como queman los días para llenar sus bolsillos, es aparentando acciones, anunciado realizaciones irreales, inaugurando propósitos, atropellando contradictores, desfalcando instituciones y atracando el erario. ¿Y la ciudad? ¡Retrocediendo, ahogándose y esperando paciente a que esta tortura llegue a su fin!
Sé que suena repetitivo, monotemático, insistente y cansón taladrar sobre este tema cada ocho días. Sé, también, que muchas veces parece inútil luchar ante la indolencia, complicidad y connivencia de los órganos de control y de justicia. Igualmente sé que el entramado que tiene el alcalde Marín en el Concejo de Manizales, la Personería, la Contraloría, y en todos aquellos organismos que deberían ejercer control a sus aberraciones es tan poderoso como perverso, y tan estructurado como pernicioso. Pero aún así no desfallezco. Y no lo hago, porque el acervo documental que tenemos daría para que, en un país normal, este alcalde hubiera sido separado de su cargo hace mucho tiempo y estuviera pagando por sus desafueros de acuerdo con lo contemplado en los códigos que, para él, han pasado a ser letra muerta.
Y no desfallezco, repito, además, porque el lector tiene el derecho a saber quiénes lo gobiernan, cómo actúan en verdad, y a darse cuenta de que esas actitudes bondadosas que pretende aparentar el alcalde están llenas de propósitos innobles, fines lucrativos personales, corrupción y seguramente alienación que debería ser profesionalmente controlada.
Pero, además, porque los escándalos son muchos y todo parece indicar que no pararán hasta el fin de su mandato, pues si al principio había algún respeto por siquiera aparentar decencia, a estas alturas no le importa sobrepasar todos los límites y proceder por fuera de los lineamientos legales y éticos delante de sus gobernados. Por el contrario, parece que para el alcalde y su séquito es un orgullo y honor poder demostrar públicamente que son inmunes a las leyes y que les es permitido su violación porque los rodea un mar de impunidad.
Por eso mi insistencia. Pero, además, porque nuestra memoria es de corto plazo y nuestras reacciones como sociedad son peligrosamente transitorias. Ayer la comunidad se indignó y protestó porque el alcalde se declaró enemigo del Aeropuerto; hoy se manifiesta aterrada por el carrusel de la contratación en el ICTM y por el descaro en el direccionamiento de sus contratos; mañana protestará por la ineptitud del alcalde y llorará arrepentida por haberlo elegido; pasado mañana sonarán las voces por nuevos escándalos de corrupción. Pero, al final, volveremos al silencio y estos facinerosos seguirán campantes en medio de una multitud que prefiere cerrar los ojos ante las evidencias, taparse los oídos ante las alarmantes denuncias y voltear la espalda ante la degradación de la ciudad.
Por eso, repito, mi insistencia. Porque así sean voces solitarias, son persistentes y quedarán aunque sea como constancia histórica. Porque el silencio es el mayor cómplice de la delincuencia y, en Manizales, el silencio de la gente buena es el culpable en alto grado de que la corrupción haya llegado a estos niveles de desvergüenza, descaro, visibilidad y permisividad.
Y así suene cansón, repetitivo y monotemático, prefiero esto a hacer parte de esa sociedad mediocre que alimenta con su indolencia la destrucción de nuestra hermosa Manizales. Prefiero esto a conformar el aparato de silencio que la Alcaldía ha instaurado a través del dinero, las presiones, las dádivas, las amenazas o la intimidación. ¡Por eso no desfallezco!
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