Jorge Enrique Pava


Con el hundimiento del proyecto de acuerdo que pretendía crear un impuesto al uso del espacio público a vendedores ambulantes, y al uso de terrazas y antejardines para comercio en la ciudad de Manizales, se levantaron grandes inconformidades en los ciudadanos y se dejó expuesta la actitud soberbia y amenazante del Alcalde.
En las reuniones que se sostuvieron con representantes de los comerciantes afectados -en su gran mayoría del sector gastronómico-, fue lugar común la insistencia del Alcalde en presentar el proyecto (a pesar de su inconveniencia, falta de sustento económico y posibles violaciones legales), y “ordenarle” al Concejo que lo hundiera, advirtiendo que empezaría a ejecutar procedimientos administrativos, consistentes en órdenes de demolición de las construcciones que hoy se encuentran en uso.
Se adujo el cumplimiento de un mandato contenido en el nuevo POT, que le da plazo de un año al Alcalde para regular la utilización del espacio público. ¿Y es que la regulación significa creación de nuevos tributos? ¿El nuevo POT ordena acaso al Alcalde la creación de una compensación que, en la práctica, es un nuevo impuesto, y para lo cual está facultado únicamente el Congreso de la República? ¿No podía haber una real conciliación donde se dejara a un lado la soberbia y donde no hubiera “perdedores”?
Adicionalmente argumenta el Alcalde que es su interés velar por la defensa de los derechos colectivos y hacer cumplir las normas. Siendo así, ¿por qué entonces nunca se ha preocupado por regular el espacio público en el sector del Parque Liborio, que está literalmente tomado por almacenes de repuestos y talleres de reparación de vehículos, y que utilizan no solo los antejardines y terrazas, sino andenes y vías públicas? ¿Por qué su total ausencia en el sector del Parque de las Aguas, cuyos andenes, calles y carreras se encuentran invadidas por motocicletas? ¿Por qué su silencio ante la invasión de buses y busetas de servicio público en las carreras 18, 19, 20 y 21, en el centro de la ciudad?
Casos como estos hay muchos en diferentes barrios de Manizales y ante los cuales el Alcalde, quien dice ser defensor de la ley, se hace el de la vista gorda y no se pronuncia. Lo paradójico e injusto es que, como encuentra un sector gastronómico organizado, que ha invertido en la ciudad, que ha recuperado y renovado grandes sectores que se encontraban abandonados, y que le imprimió una nueva vocación al municipio, entonces decide gravarlo, atropellarlo, exprimirlo y lucrarse de él. Es decir, como los ve aparentemente prósperos, pacíficos y con ánimos de regularse, entonces los castiga con altísimos (y posiblemente ilegales) tributos, los amenaza con demoliciones y los arrincona con alevosía. ¿Es esto lógico? ¿No deberíamos esperar del Alcalde una posición de incentivo, apoyo al progreso y respaldo a quienes invierten en ciudad?
Está bien que se regule el espacio público. Está bien que se quieran tomar medidas para evitar desmanes y procurar un crecimiento armónico y ordenado. Pero velando de verdad por el orden y no aprovechándose de su propia indolencia para obtener lucro. ¿O es que el cerramiento de un antejardín, la adaptación de una terraza, la transformación de un espacio de uso público, pueden ocurrir secretamente y de la noche a la mañana? Si se regula, con seguridad que los comerciantes estarán dispuestos a someterse a la norma; pero no se puede pretender regular quebrando a quienes han invertido y mejorando barrios enteros cuyo descuido era evidente y doloroso.
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Hace apenas seis meses recibíamos con alegría el nombramiento en la presidencia del Concejo de Manizales a Hernán Alberto Bedoya, pues significaba un cambio extremo y una esperanza de que las cosas mejoraran en transparencia, eficiencia y calidad humana. Y a fe que logró darle un nuevo espíritu y recuperó algo de la catastrófica turbiedad que dejó su antecesor. Lastimosamente hoy renuncia a su curul y deja un gran vacío. Solo nos resta desearle éxitos en sus propósitos políticos venideros y la mejor de las suertes en su vida profesional, cultural y social. ¡Un fuerte abrazo, Beto!
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