Jorge Enrique Pava


Este es el momento más crucial para Colombia. Nunca antes se había vivido este ambiente de polarización, odios, enfrentamientos personales, lucha de clases y pánico electoral. Nos hemos dejado arrastrar por un resentimiento social que ha logrado dividir familias, acabar amistades y romper lazos de afecto.
Quienes sufrimos la Colombia de hace 20 años, vivíamos con pánico de salir de las ciudades, de visitar un centro comercial, de viajar por esta hermosa tierra, de que nuestros hijos salieran para el colegio o la universidad…; vivíamos en un país inviable, atormentado por la guerrilla, temeroso, desconfiado y secuestrado sicológica y físicamente. Los lujos eran cada vez menores; el dinero se fugaba hacia otras latitudes; la inversión nacional y extranjera era recelosa; y todos éramos objeto de secuestro, extorsión, pescas milagrosas, retenes guerrilleros y violencia terrorista. La vida no valía nada. Y el dinero solo servía para lo básico, pues cualquier inversión adicional era objeto de asedio criminal.
Hoy vivimos otra situación. Y muchos jóvenes, que nunca fueron víctimas del terrorismo guerrillero o paramilitar, se niegan a reconocer su historia, sus precedentes y su origen. Cuando se les habla de la vida que nos tocó afrontar, se enceguecen con las versiones de individuos alienados y llenos de odios y resentimientos, y terminan abogando por el supuesto cambio que la Colombia Humana les ofrece, con propuestas irrealizables, tal vez sin saber que Petro, su candidato, fue protagonista armado ilegal de la debacle del país. ¿Ese es el cambio que pretenden?
La juventud debe reclamar su derecho a gobernar, a que se le reconozca sus capacidades, preparación, esfuerzos y presencia activa en la sociedad. La juventud es cada vez más apta, idónea, preparada y viene allanando terrenos que estaban reservados para los viejos, las familias de tradición, o las élites muchas veces incapaces. Hoy, un joven de treinta o cuarenta años, tiene varias profesiones, habla varios idiomas, conoce y ha vivido el mundo, se desenvuelve con solvencia, propiedad y recursos intelectuales impensables. Hoy, ese joven está llamado a provocar un verdadero cambio y a posicionarse como se debe dentro de las esferas del poder. Y para esto es primordial respetar el orden constitucional, al que Petro ha sido tan renuente.
Por eso aterra que esa juventud tan preparada, se niegue a conocer su historia. Se niegue a admitir su importancia dentro de la sociedad, y esté enceguecida con odios heredados, o generados por la desinformación. ¿Cómo es posible, por ejemplo, que a Iván Duque se le descalifique por su juventud? ¿Cómo es posible que los jóvenes de Colombia no estén reunidos en una gran masa de solidaridad defendiendo el relevo que tanto han reclamado? ¿Cómo es posible que desaprovechen esta oportunidad de demostrar que la juventud es capaz de gobernarnos, y que son ellos los llamados a ocupar los cargos públicos?
Desestimar a Iván Duque por su juventud, (porque no hay nada más qué reclamarle, enrostrarle o recriminarle) es irrespetar a millones de jóvenes que se esfuerzan por superarse, por pertenecer a los órganos constitucionales y por conquistar espacios de administración y dirección. Es abrir una brecha en la cual se le dice a esos jóvenes brillantes que deben esperar quién sabe cuántos años más para servirle al país, porque están decidiendo ser gobernados por una persona cuyo propósito es perpetuarse en el poder.
El candidato Iván Duque, a diferencia de su rival, ha demostrado que se pueden hacer grandes cosas dentro de la institucionalidad; que se puede ser el mejor senador de la República a punta de estudio, solvencia moral, capacidad intelectual y desenvolvimiento profesional; que la juventud es capaz de llenar los espacios para los que se viene preparando, y que el país está en mora de renovarse generacionalmente, empezando por su presidente.
El voto joven sí cuenta en Colombia. Y la decisión está entre volver al terrorismo, la inseguridad, la fuga de inversión y la pobreza económica y de valores que representa Gustavo Petro; o la prosperidad, la esperanza, el respeto institucional, y la solvencia moral e intelectual de Iván Duque. ¡De usted depende!
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