Jorge Enrique Pava


Los días siguientes al 19 de abril de 2017, mientras Manizales se sumía en una de las tragedias más grandes de los últimos tiempos, el Gobierno Nacional en pleno venía a traer ilusiones, a posar de salvador y a manifestar (sin vergüenza alguna, pues sabía que era falso), que estaba dispuesto a disponer de los recursos que fueran necesarios para paliar nuestras necesidades. El presidente Santos y muchos de sus ministros aprovecharon que la prensa nacional se encontraba reunida en nuestra ciudad, para venir a darse vitrina y generar noticias que parecían alentadoras como soluciones definitivas a los problemas constantes de Manizales. Hoy, después de casi tres meses de esas promesas y después de que solo se han aplicado paños de aguas tibias y seguimos en permanente riesgo, lo único que encontramos en el Gobierno Nacional es indiferencia, desidia, silencio y un trato indigno.
Así quedó evidenciado en el foro que programó el presidente del Congreso, Mauricio Lizcano, en la ciudad de Manizales el miércoles pasado. Ningún funcionario del Gobierno Nacional se hizo presente a pesar de haber confirmado su asistencia. Y, curiosamente, la plana que estaba programada para que participara en el evento, se encontraba a la misma hora en Cartagena atendiendo otro foro de similares características para la planeación de inversiones en la Costa Atlántica colombiana, para la cual destinaron recursos por $621 mil millones para 45 proyectos. Es decir, el gobierno Santos nos volvió a hacer conejo a los caldenses y, descaradamente, nos enrostró que nuestras necesidades no son de su incumbencia; nos dejó claro que este departamento no es de sus afectos y que su disposición para el progreso caldense es absolutamente nula.
Pero además quedó claro que el atraso caldense proviene, en gran parte, de nosotros mismos. Los proyectos, planes, iniciativas, ideas y demás acciones que se emprenden en la región, son buenos o malos no por sí mismos, sino por sus autores o gestores. A nadie le cabe en la cabeza, por ejemplo, que por celos o afán de protagonismo, una parte de la clase política del departamento se muestre enemiga de proyectos como Aerocafé, si hasta ayer, cuando se lucraba de él un sector gremial perverso que fungía como su aliado, lo apoyaba irrestrictamente y se manifestaba públicamente como su mayor impulsor.
¿O es que persiste el temor de que, al retomar y revivir el proyecto del aeropuerto, tengan por fin que rendir cuentas sobre los desmanes cometidos en los años en que lo manejaron a su antojo y con el mayor descaro? ¿Cuáles son la razones, por ejemplo, para que el emperadorcito Ricardo Gómez Giraldo, en su eterno paso por la gobernación se opusiera al proyecto, muy al estilo de Germán Cardona? ¿Cuál es la razón para que los gremios caldenses cedieran su puesto en la Junta Directiva de Inficaldas a una persona como Paula Marcela Arias Pulgarín quien, en su representación, desde un principio manifestó su oposición a Aerocafé calificándolo de relleno sanitario?
Santos nos ha hecho conejo nuevamente. ¡Sí! Pero lo peor de todo es nuestra pusilanimidad. Lo peor es nuestra mediocridad, nuestra cobardía, nuestra resignación. ¡Lo peor de todo es nuestro silencio! De ahí que, aunque suene extremo, la propuesta del senador Carlos Felipe Mejía de que los caldenses entremos en un paro ante el Gobierno Nacional no sea descabellada. Los pueblos también tenemos nuestros límites y está demostrado que en Colombia ante el desgobierno, la corrupción, la debilidad institucional y las constantes mentiras y engaños de Santos, lo único que realmente opera es la protesta masiva, la manifestación popular y las vías de hecho que, aunque pacíficas, conmuevan en su trono fariano al Gobierno Nacional que, para Caldas, solo ha representado falacias, desengaños y embustes. ¿O nos vamos a seguir aguantando silenciosos que el gobierno Santos nos ignore de esta manera y provoque el atraso departamental al que estamos sometidos?
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