Jorge Alberto Gutierrez


El objeto fundamental del quehacer arquitectónico está en construir el hábitat de la sociedad. Para ello, se requiere de un profundo conocimiento de sus necesidades, tanto las íntimas como las públicas y muy especialmente de aquellas que tienen como escenario el espacio público de la ciudad. Es por ello que la arquitectura es considerada como la más humanista de las profesiones liberales que perviven en el mundo contemporáneo.
En este sentido consideramos que el mejor aporte que una Sociedad de Arquitectos puede ofrecer a la ciudadanía es contribuir a la formación de una cultura urbano-arquitectónica, enseñar a ver, para que mediante la conformación de un frente común, trabajemos en la salvaguarda de la ciudad, dado que este es, sin lugar a dudas, el lugar por excelencia para la realización del ser humano.
Buscamos con ello que tanto la manera de vivir la ciudad, como las iniciativas de la población en relación con su desarrollo, sean cada vez más cualificadas, de tal manera que la interlocución con la Administración municipal y todas las instituciones públicas y privadas que intervienen en su construcción, sea más sólida y madura; a partir de allí, proponemos un diálogo permanente para que entre todos logremos una vida urbana más democrática, incluyente y civilizada.
Muchos son los temas que nos atañen como manizaleños que requieren de una acción decidida en defensa de nuestro patrimonio ambiental y construido. Tenemos un territorio que es consustancial a nuestra manera de vivir, el hecho de pertenecer a uno de los pocos sistemas de páramos que existen en el mundo, donde las cenizas de sus erupciones volcánicas compuestas de minerales extraídos de las profundidades de la tierra se han encargado de fertilizar las zonas cafeteras, creando una cultura de la que nos hemos nutrido casi desde los días remotos de la fundación. Un lugar entre dos cordilleras que le confieren las condiciones ideales para el nacimiento de especies propias, animales y vegetales, haciendo de la biodiversidad uno de los activos de mayor relieve.
Vivimos en una urbe permeada por enormes reductos de fauna y flora silvestre que hacen de ella una ciudad atípica, dado que la naturaleza emerge airosa entre su trama urbana. Incluso las aves migratorias, en su recorrido hacia el sur del continente hacen escala en estos reductos para abastecerse de alimentos y amainar la fatiga generada por su periplo de invierno. Dotada de una excelente arquitectura que representa los momentos más importantes de nuestro desarrollo urbano, desde la originada en la colonización antioqueña que tuvo por encargo urdir la trama de nuestro centro histórico y, con el ingenio suficiente para crear una edilicia construida en bahareque, capaz de resistir con éxito la arremetida intempestiva y violenta de los movimientos telúricos.
Contamos con la muestra de arquitectura republicana más importante de Colombia originada tras los incendios ocurridos en la década de los años veinte y, que consciente de la necesidad de ubicarse en los escenarios del mundo, construyó los íconos necesarios para adentrarse al futuro, una sociedad que se engalanó con la parafernalia proveniente de ultramar, a través de un cable aéreo de 74 kilómetros de longitud que se extendía desde la hoy escuela de arquitectura de la Universidad Nacional, hasta el río grande de la Magdalena, sirviendo de soporte a la economía nacional, pues por allí se exportaron los millones de sacos de café producidos en esta región que tenemos el privilegio de habitar.
Y tenemos también una excelente muestra de arquitectura moderna y contemporánea como podemos apreciar en la que aún se conserva en sus calles y barrios, que por fortuna ha sobrevivido a la tergiversada noción de progreso que ha trastocado las prioridades de la gente por la comercialización de sus espacios públicos y, que gracias a los distintos estudios que de ella han venido realizando investigadores de las escuelas de arquitectura que hay en la ciudad, ha sido valorada como uno de nuestros mejores aportes a la historia de la cultura nacional.
Consecuente con ello proponemos que la Sociedad Colombiana de Arquitectos, Regional Caldas se constituya en un puente que se encargue de canalizar las inquietudes e iniciativas de la ciudadanía para que juntos hagamos de Manizales la Casa grande que a todos nos albergue y en la cual podamos vivir en paz y en dignidad.
PD: Gracias a la generosidad de este diario y al hecho de que compartimos inquietudes comunes acerca del devenir de la ciudad, la Sociedad Colombiana de Arquitectos tendrá un espacio de opinión en el “periódico de casa” que nos permita plantear, mediante el aporte de diferentes profesionales, un diálogo sobre la ciudad, el cual consideramos vital para la construcción de una civilizada vida urbana.
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