Docente Universidad Tecnológica de Pereira
john.giraldo.herrera@gmail.com
Como sociedad existen elementos regulatorios. ¿Necesitaremos algún día decidir que la vida del otro ya no vale? Es el desafío protagónico de esta película. Desatar la furia que llevamos por dentro para alcanzar el equilibrio. La Purga es una trilogía, que muestra como en el futuro, en el país de las independencias y las libertades, sus próceres y padres, permitieron un día para matar.
Una licencia y un pasaporte en el que la ley la hace cualquiera, todo delito se encuentra permitido, incluso el de asesinar. Se trata de una trama cuyos ejes perduran en nosotros, es una muestra de la capacidad y cierta obsesión por enfrentar los desafíos de la sociedad. De hecho, en momentos como el Halloween, los disfraces de purgadores vienen creciendo y hasta parece no ser “descabellado”, instaurar un día con la ley de no tener leyes: una anarquía asistida.
La popularidad de la trama y el reflejo de lo mostrado, es tan particular como creciente. Hablar de La Purga es común y la trilogía se reconoce por la aldea global. El hecho es justificable: la ola de violencia, el incremento de hurtos, la imposibilidad de combatir el crimen, entre otros, encuentra un modo de ser “naturalizado”: que como un ecosistema haya un equilibrio. Eso supone, la existencia de unos ejecutores. En la sociedad, dicen en la película, el ser humano es violento y por eso es viable, dejar fluir esa “necesidad” de furia. Con un día para darle riendas, se “purga” el individuo y luego la sociedad donde vive. El resultado, se merman los índices de afectación del entorno. Es la manifestación de un estadio liberador y hasta supremo.
La bestia requiere soltarse. Poderle ofrecer un pódium de visibilidad y de legitimidad, es el turno de combatir lo que no funciona. Así lo visto es un logro. Vienen eso sí, las entelequias sobre el fenómeno: ¿a quiénes se purga? No desaparecen las clases sociales y así unos pueden acceder a seguridad y estar más protegidos. Otros, la mayoría, son el botín de un ritual, en donde la regulación de la vida, pone el caldo de cultivo en un sector. Aunque una que otra situación, establece que la bestia no pone su sello diferencial y en cualquier escaño de poder o privilegio también encuentra su eco, eso sí con menor frecuencia.
Existen muchas películas en donde el futuro distópico y sin mucha esperanza, muestra relaciones transformadas por un detonante, por ejemplo, El precio del mañana (2011) donde en el futuro las personas viven de Tiempo -no es el dinero el intercambio ni la medida de regulación-, y administrarlo u obtenerlo, de acuerdo con sus rutinas diarias: trabajar y ser ciudadano, es la alternativa para poder vivir. También Los niños del hombre (2006) de Alfonso Cuaron, donde no hay nuevos seres humanos, y el menor de unos casi 18 es asesinado, el futuro es controlado por la falta de fertilidad. Una que me parece muy llamativa es Los sustitutos (2009), donde los seres humanos, cuentan con otro, un alter, un avatar (mejorado), de sí mismos y es el que trabaja, o hace las labores del día, mientras uno, en la casa se encuentra en una cápsula, ejerciendo el gobierno de esa extensión. O una más es Elysium (2013), donde una minoría vive gracias a las leyes antimigratorias, y la mayoría busca un cupo en una plataforma fuera de la tierra para mejor vivir. En fin, el hecho, es que La Purga, se inserta en narrar una perspectiva de un mundo estable. Uno donde la violencia es la salida a la violencia y a los hechos de quebranto entre las personas.
Ver las tres, historias, -me parece la segunda la más compacta-, es un trasladarse a un plató donde el festín por la muerte, la venganza, el carnaval, el enmascaramiento, la purga como ceremonia, es devolverse hacia el eliminar uno de los ideales mayores de las sociedades: la vida. Participar de ejecuciones “validadas” y promovidas por los padres de la patria, es un fenómeno, que a muchos les pareciera consecuente. De hecho, sin existir de modo legal, se lleva a cabo, un ladrón, por ejemplo, puesto en la picota pública es “ajusticiado” y el acto es masificado en redes, como la prueba de que se ha hecho lo adecuado.
Entonces, La Purga constituye un espejo donde muchos quieren reflejarse. Al verla, alguien puede inquietarse ¿a quién le quitaría la vida usted si pudiera purgar? Las variables del proceder, dan cabida a muchas opciones ¿con quién me asocio para delinquir? O ¿cómo resistir ante el desate de la bestia si no estoy de acuerdo?, si se busca una vida digna y en equidad ¿es posible sacar nuestra bestia para conseguir ese ideal? La primera película de la trilogía (2013), reseña las vicisitudes de un individuo y su familia quien vende seguridad para los demás y en su “fortaleza”, se expresa todo lo que conlleva la noche del carnaval de sangre. La segunda (2014), es la contradicción de ese día, en varias historias de vida, incluyendo una resistencia de un grupo, que no le parece y construye un ideario político para hacerle ofensiva; además se encuentra esa delgada línea entre avalar La Purga con el ánimo de venganza y defender la vida de otros y someterse a las implicaciones morales de ponerla en funcionamiento. La tercera (2016), es en estética una oferta de situaciones, de los enmascarados, pero también re-crea, en ese panorama oscuro de la noche, cómo los demás se matan entre sí y quienes agencian esa obra cuentan con inmunidad, pero hay alguien entre el gobierno que se opone y su modo de hacerlo pone en jaque la historia de muertes en una noche.
Viene una cuarta entrega (2018), en la que se contará la génesis de ese día donde ya los delitos casi se extinguieron, la economía mejoró y el método de control social se erige como triunfantes, de modo que la secuela tiene sus seguidores y permanecerá entre nosotros como un reflejo espectacular de lo que ideamos para mantenernos en pie.
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