John Harold Giraldo Herrera
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Lumièradas
john.giraldo.herrera@gmail.com
Llegué a esta película, como el personaje de la historia: por alguna casualidad del mundo global. Las personas en el exilio por situaciones políticas van en aumento. Quienes boicotean y promueven el miedo y el horror, han hecho añicos las vidas de millares de personas. Sus historias difuminadas, de mano de obra barata, confinadas en espacio diminutos, donde ni siquiera pueden respirar de manera adecuada, son síntomas de cómo estropeamos el valioso palpitar de quienes deben tener derecho a soñar. A hacer una vida digna. En fin, no hay mucho en la cartelera que indique ver un drama de Sri Lanka, y el nombre de esta película, es apenas una reivindicación de un rastro, cuyo caminar fue incierto, y pudo liberarse de la muerte en su país, pero encontró en los suburbios de Francia, la misma realidad de donde huyó.
Las películas orientales, que se posan sobre los ojos occidentales, apelan al recurso de la separación, es decir, por fuera de la tierra, es la manera de poder contrarrestar en parte esos fenómenos inatajables en sus países, o esos conflictos que carcomen el tejido social. Salir, es la forma de poder decirle adiós a los problemas (una idea promovida por el cine hollywoodense). En algunos casos, las películas terminan con una venia de la llegada a cualquier contexto, en especial al de los gringos. Como la película es hecha por un director francés- Jacques Audiard- que se ha dedicado a historias suculentas como Un profeta (2009), entonces el país de recibida no es tan apremiante.
En esta ocasión, Dheepan, es un nombre que ni siquiera le pertenece, como tampoco la familia con la que vive, menos la desolación y el apartamiento al que tuvo que someterse. Pudo llegar a cualquier parte del mundo y su humanidad, frágil, pero fuerte en su pensar y en tomar decisiones, hubiera vivido la misma historia, quizás peor, quizás con un poco menos de afectaciones, tal vez peor. El hecho es que salió, huye… despavorido quiere dejar atrás las secuelas de una guerra que no entendió y de un conflicto que le arrebató su familia. Dheepan, forma parte de esas historias perdidas en el mundo, que se borraron, ya no existen, o se encuentran tan extraviadas y con agobios. Según la Acnur (Agencia de la Onu para los refugiados), al 2016, hubo más de 65 millones de seres levitando, forzadamente y con desespero, son refugiados. Y en esta película, podrá como espectador, tener al menos, un rotico por donde asomarse a divisar las tragedias humanas de quienes están necesitados de salir.
Dheepan (debo reiterarlo, así ese no sea su identidad), de inmediato me hace acordar de La Desconocida (2006) de Giuseppe Tornatore, una mujer que busca un hijo, que pudo ser de cualquiera y que es parte de ese mundo globalizado. Dheepan es así: hijo del destierro, su figura, no declina ni es de vencimiento, el mundo que vive sí le ha colmado de desaires, de penurias, de persecuciones, y su nombre, que hasta ni ya le importa, es más el de un refugiado. Su proceder, ahora de conserje, se contenta con ver cine por medio de la ventana, en la que aparecen las acciones drásticas, truculentas, cotidianas de violencia. Su refugio, no logra concederle la tranquilidad anhelada. Es de nuevo retornar del origen del que salió, aunque haya existido una oportunidad para salir. La manera cómo está construida la trama, hará que no se contenga ante la frialdad de este ciudadano global y su no familia.
Las calamidades de un refugiado que logra colarse en ese mundo global pasan por la segregación, el señalamiento, de someterse a ser vistos con rareza y como si fueran un residuo; de un mundo, que siendo diverso y rico en matices, castiga la diferencia y la deja como un molesto sucio en el ojo. Y deben entonces cumplir las labores menos apetecidas por propios y son, en consecuencia, tratados de cualquier modo. No todos logran salir, ni siquiera pueden soñar con superar sus precarias y nefastas formas en las que viven. Ahora mismo, mientras termino de escribir esta reseña, usted de leerla, miles de personas son ultrajadas, no saben en dónde esconderse, ni tampoco pueden escapar de sí mismos. Nacieron, y por cualquier razón (la mayor parte porque viven en sitios de interés para poderosos: oro, recursos naturales, incomodan por no adaptarse o someterse a un régimen…) son perseguidos, y como si fueran una plaga, los exterminan.
Y no basta con quitarles su vida, se les despoja de su cultura, de la memoria, del patrimonio de soñar, de su creencia, ya en sus rostros no se dibuja una sonrisa: carecen del mínimo para existir. Y aún con ello, vuelan, sin alas, sin rumbo, donde puedan posarse, en el que incluso sin hacer nido, puedan apenas descargar toda su desgracia, de correr, de no incluirse, y ya cuando lo han logrado, sus pies recuperan la carga y de nuevo, ya medio instalados, en un país como Francia (que pudo ser cualquiera), son globales, deben tener firmeza y sin olvidar sus tropiezos, los siguen viviendo, con una nueva ropa, con la que también deberán escapar.
Ficha técnica
País: Francia
Duración: 114 minutos
Año: 2015
Director: Jacques Audiard
Guion: Jacques Audiard, Thomas Bidegain y Noé Debré
Música: Nicolas Jaar
Fotografía: Éponine Momenceau
Actores: Jesuthasan Antonythasan, Kalieaswari Srinivasan, Claudine Vinasithamby, Vincent Rottiers, Faouzi Bensaïdi, Marc Zinga y Franck Falise
Productora: Why Not Productions / Page 114
Género: Drama | Drama social. Inmigración
Premios:
2016: Premios BAFTA: Nominada a Mejor película en habla no inglesa
2015: Festival de Cannes: Palma de Oro (Mejor película)
2015: Premios César: 9 nominaciones, incl. Mejor película, director y actor
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