Jhoana Patiño


En días pasados la periodista Adriana Villegas publicó en este mismo periódico una columna en la que denunciaba los cantos misóginos usados por los soldados del Batallón Ayacucho los fines de semana en sus entrenamientos. A partir de su columna, el Bloque Feminista de Manizales conformado por 11 organizaciones sociales de mujeres, la Secretaría de las Mujeres y Equidad de Género en cabeza de Matilda González, la Asamblea Departamental, e incluso, la vicepresidenta, Martha Lucia Ramírez, se han pronunciado rechazando esta acción y solicitado disculpas públicas para las mujeres de la ciudad.
Sin embargo, la reacción del coronel Eduardo Mauricio Delgado quien lidera este Batallón fue emitir un escueto comunicado, donde además de no presentar disculpas y reconocer la responsabilidad, lanza una serie de explicaciones que quieren demeritar la gravedad de este comportamiento y hacer pensar a la ciudadanía que tal conducta no es un comportamiento violento y sistemático que hace parte de la instrucción militar, sino que es parte de lo que los soldados hacen por su cuenta.
Pero, coronel Delgado, es imposible aceptar su explicación porque todo el mundo sabe que la institución militar es jerárquica, se orienta por los principios del mando y unidad de cuerpo, y los soldados no pueden tomar decisiones sobre los procesos y prácticas de su instrucción; por lo que a ninguno de ellos le sería posible decirles a sus compañeros “entonemos este canto que yo me sé”. No señor coronel, usted y nosotras sabemos que así no funcionan las cosas en el Ejército, y que históricamente esos cantos han sido parte de la formación militar que ustedes imparten. Así las cosas, pretender que creamos que “son unas manzanas podridas” las que hacen quedar mal al “glorioso Ejército” es parte de esa violencia machista que ustedes ejercen. No querer reconocer que usan permanentemente las pedagogías de la crueldad, para enseñarle a los soldados a deshumanizar a las mujeres y a otros seres humanos que ustedes consideran inferiores, es seguir ejerciendo la misma violencia simbólica y psicológica que sus soldados usan los fines de semana.
Por otra parte, y como es de esperar en un país profundamente patriarcal, machista y misógino donde ocurren más de 600 feminicidios al año, hay una violación cada tres horas, y más del 85% de la violencia familiar es contra las niñas y mujeres, muchas reacciones en redes sociales en lugar de interrogar la práctica de los soldados, cuestionaron las pretensiones de la columna y de las mujeres que apoyamos su despliegue. Comenzaron los ataques y el uso de términos como: “exageradas”, “resentidas”, “desocupadas”, “viejas locas”, entre otros. Pero, no son exageraciones nuestras, ni es solo una polémica como se ha querido titular para vender más, o para bajarle el tono a la indignación que sentimos las mujeres. Estos cantos son una práctica que atenta contra los derechos humanos de las mujeres porque generan violencia simbólica y psicológica al ridiculizarnos, humillarnos y al alentar el abuso sexual, el acoso y el feminicidio contra nosotras. Tampoco son canciones ingenuas, son intencionadas y muestran el uso normalizado de la violencia machista como forma de entrenamiento deshumanizador al interior de las fuerzas militares. Además sus estrofas obligan a las y los ciudadanos a escuchar violencia contra las mujeres por parte de funcionarios que supuestamente deberían cuidarlas y respetarlas.
Por todo eso, las mujeres de la ciudad no necesitamos explicaciones que evitan reconocer el daño y asumir responsabilidad frente a estas pedagogías de la crueldad, requerimos por parte de la institución militar un acto público de reparación donde se pidan disculpas a las mujeres; la eliminación inmediata de estos cantos misóginos en la formación de su personal, y la formación permanente en derechos humanos, género y diversidad sexual durante la instrucción militar.
Seguimos esperando, coronel.
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